La corrupción es una droga eufórica

A Nixon le perseguiría toda su vida una foto en la que estalla en carcajadas, servida con el pie «¿de qué se ríe este hombre?» El interrogante despectivo le persiguió hasta que quedó atrapado en las redes del Watergate. Las limitaciones expresivas de aquel presidente transformaban su risa en una mueca hiriente, un sentimiento de rechazo estético que se rescata ante el entusiasmo que muestran los Koldo, Aldama, Ábalos y compañía en el desempeño grabado de sus labores corruptas. Con Santos Cerdán en el papel del enmudecido Harpo, la entrega optimista a sus manejos obliga a un nixoniano «¿de qué se ríe esta gente?».