DOMINGA.–Apenas 24 horas después del atentado, lo encontraron sobre la calle Miguel de Cervantes Saavedra en Monterrey. El Mini Cooper último modelo, color blanco con franjas negras, y el techo del mismo color, había sido abandonado con ventanas y puertas con candado. Lo dejaron a unas cuadras de la zona cero y frente a un localTodo Facil, con cuatro cartuchos, un sobre de papel amarillo que decía “Atn. Lic”, recibos de banco y cajas de cartón vacías. No había duda: era el mismo Mini Cooper que apareció en todos los noticieros del país, que se estacionó en la entrada del Casino Royale, de donde se bajaron varios sicarios del cártel de Los Zetas para prenderle fuego con 150 personas adentro, el 25 de agosto de 2011. Un día después, los investigadores descubrieron que el auto tenía un reporte de robo. Sin embargo lo más trascendental es que alguno de los policías alcanzó a ver las huellas de los dedos marcadas en el volante y las puertas. Eran de Julio Tadeo Berrones Ramírez, quien por entonces tenía 28 años, y había sido detenido y liberado unos meses antes por un robo con violencia. Entonces el domicilio que había reportado era el de la calle Encino número 613 en la colonia Hacienda Los Morales, en San Nicolás de los Garza. El 28 de agosto se montaría un operativo de vigilancia: se sospechaba que en algún momento Julio Tadeo regresaría a su casa. Y así paso: a las 11 de la noche llegó en un carrito tipo Ibiza color amarillo con otro hombre. Fue interceptado por los policías quienes reportaron que llevaba un arma Prietro Beretta. Aquella noche confesaría que su función era la de realizar labores de “halconeo”, alertar sobre la presencia de militares, federales o vehículos sospechosos para Los Zetas. Aquel 25 de agosto los citaron muy cerca del casino por órdenes de Baltazar Saucedo Estrada, conocido como El Mataperros, el jefe de la plaza en Monterrey. Le avisaron sin rodeos que iban a quemar un casino: “Vamos a reventar el casino de San Jerónimo porque se han negado a pagar la cuota”. Los Zetas se referían a que los dueños del casino, entre ellos Raúl Rocha Cantú, no habían pagado una cuota de extorsión. Rocha Cantú, hoy propietario del certamen Miss Universo, está envuelto en una cascada de acusaciones relacionadas al tráfico de armas, hidrocarburos –huachicol– y drogas desde Guatemala. Después de la tragedia, se marcharía del país ante las sospechas por irregularidades en la operación del Casino Royale. Más de veinte años después y sin que se haya esclarecido lo que pasó aquel día, Rocha Cantú sigue envuelto en corruptelas. Esta es una colaboración de ARCHIVERO para DOMINGA, con declaraciones de la averiguación previa que abrió la entonces Procuraduría y que revela que en México la verdad oficial siempre está en obra negra.Los Zetas llegaron al casino preguntando por Rocha CantúPor motivos de seguridad, y en atención al nivel de riesgo que implica la exposición de identidades en un contexto vinculado a Los Zetas, se omitirán los nombres de personas mencionadas, así como cualquier otro dato que pudiera permitir su identificación.Él trabajaba en el Casino Royale desde hacía dos meses y medio en un turno que iba de las tres de la tarde a las 11 de la noche, y descansaba generalmente los días miércoles. Por eso aquel jueves había entrado y se había colocado detrás del mostrador, como cajero del restaurante Montagu, que estaba adentro del casino y donde atendía las peticiones de los meseros o de los clientes desesperados que querían que les cobrara en la caja. Llevaba apenas media hora en su turno cuando empezó a escuchar los gritos de la gente. No tardó en ver cómo una marejada de personas intentaban salir del casino. “Corrí hacia la cocina y ahí se encuentra una puerta que conduce a otro restaurante que se llama Astoria, y nos tiramos al suelo y se escuchaban voces a lo lejos y gritos y después se escuchó una explosión”, declararía. Después de unos minutos, uno de sus compañeros vio cómo el casino se llenaba de humo. A pesar del miedo atravesaron el restaurante, para adentrarse al área de póker hasta llegar al estacionamiento. “¡Quién falta de nosotros!”, gritaba.Dice que entonces volteó y vio a un hombre pelón de complexión robusta que llevaba un arma larga. Lo vio clarito cuando se subió a un vehículo y se marchó. Ese día en los interrogatorios le preguntarían quién era el dueño del casino: “yo solamente sé que el dueño del casino se apellida Rocha”, diría. Otro trabajador sobreviviente del ataque terrorista, declaró que hacía un año que había entrado a trabajar al Casino Royale. Su turno era de la una de la tarde a las nueve de la noche y el día de descanso variaba. Recuerda que el 25 de agosto lo pusieron a atender el área de máquinas de apuestas, cuando de pronto escuchó al jefe de seguridad gritar al gerente del casino: “¡vienen unos tipos armados!”. Dice que de pronto vio a dos hombres entrar al casino con armas largas. El mesero alcanzó a esconderse en un hueco de la barra del buffet, junto con una compañera. Aterrados pasaron ahí tres minutos hasta que escucharon lo que parecía ser el sonido de una explosión y luego el calor de un flamazo. Pensó que lo que había explotado era el tanque de gas de un carrito de hotdogs que se ponía en la entrada. Salieron corriendo temiendo que las llamas los fueran a alcanzar y atravesaron el restaurante Astoria y luego el área de mesas de póker. Lograron salir por la puerta lateral cuando alcanzaron a ver cómo un grupo de hombres armados se subía a un vehículo: el Mini Cooper. “Varios de mis compañeros se habían quedado atrapados en el interior”, dijo. Interrogado sólo unas horas después del atentado, él también diría a las autoridades que el responsable de ese lugar se llamaba Raúl Rocha Cantú.“Se vio el fuego y humo negro…”Un tercer mesero declararía que el día del atentado también le tocó entrar a las tres de la tarde. Llegó, se puso su uniforme y subió a la segunda planta del casino donde había un área de máquinas de apuestas. Como a las 3:30 vio por un ventanal que daba a la primera planta que entraban tres hombres armados por la puerta principal. Sólo recuerda los shorts de uno de ellos, nunca los olvidara, de cuadros. Dice que su primer instinto fue gritarle a la gente que corrieran a la terraza donde generalmente comían los empleados. Intentó ayudar a que subiera por unas escaleritas que estaban junto a una barra de bebidas, cuando escuchó una explosión y luego sintió cómo se movía todo el piso. “Se vio fuego y humo negro… pero ayudé a una señora a subir, ya que no podía subir, y subí junto con ella”. Sin embargo sería el supervisor de seguridad del Casino Royale quien vería lo que sucedió afuera. Estaba trabajando a unos dos metros de la entrada principal cuando alcanzó a ver que un taxi dejaba a un cliente sobre la Avenida San Jerónimo y, detrás de éste, alguien en un Mini Cooper con el techo color negro le pitaba desesperado. En eso se bajó un hombre, del lado del copiloto, con un arma larga y empezó a gritar “¡a la verga pa’ dentro todos!”. Entonces decidió correr hacia el área del restaurante cuando alcanzó a escuchar a uno de los hombres armados gritar “¡a chingar a su madre todos!”. Corrieron con rumbo al Astoria. Él traía su radio desde donde lanzó el mensaje “40”, es decir todos al piso. Dice que a través de la frecuencia del radio de otro colega alcanzó a escuchar el “todos pa’ fuera a chingar a su madre” que gritaban los sicarios. Él también relataría: “me asomo al suelo y estaban dos piernas de una persona y la agarró y la jalo y no podía con ella y la jalo hasta que la saque de esa parte, observando que tenía signos de vida… Vemos que algo se mueve y era otra persona y logramos sacarla. Y entonces le comentamos al bombero si trae agua o algo para meternos y me dijo que no, que [el fuego] ya está muy peligroso”. La declaración de halcones y sicarios en la averiguación previaEn el expediente lo identifican como un halcón de Los Zetas. Contó que el 25 de agosto, alrededor de las dos de la tarde, recibió una instrucción directa: le ordenaron que se trasladara a una plaza en la colonia Unidad Modelo para reunirse con otros zetas. Ahí, dijo, le avisaron que “se iban a aventar una misión”. Según su versión, ya lo esperaban a bordo de una Chevrolet Equinox gris; se subió percatándose de que también iban dos hombres más, a quienes solo ubicó como gente “de la zona sur”. Aproximadamente a las tres de la tarde se dirigieron hacia el Casino Royale, en Avenida San Jerónimo. Dice que ingresó al inmueble junto con otros sujetos cuyos nombres desconocía, pues llevaba muy poco tiempo trabajando para Los Zetas. Subió al segundo piso, donde incluso robaron sus pertenencias a los clientes. Después le prendieron fuego y, cuando el casino ya estaba en llamas, se retiraron del lugar. Finalmente dijo que al día siguiente se habían vuelto a reunir en la plaza de la colonia Unidad Modelo para comentar lo ocurrido en el Casino Royale.Otro sicario de los Zetas declararía en el expediente que aquel el 25 de agosto de 2011, cerca de las 2:30 de la tarde, recibió una llamada en su radio Nextel de una persona a la que identificó como encargado de “la plaza Monterrey”.Según su versión, le ordenó que se acercara a un restaurante en Avenida Gonzalitos, donde le explicaron que iban a “reventar” el casino porque el dueño se había negado a pagar la cuota. En esa reunión se coordinó con otros integrantes de la organización. Él ayudó a dejar los garrafones de gasolina en la entrada del casino.Otro sicario más respaldó estas versiones, dijo que recibió una llamada en su Nextel. Le dijeron que iban a incendiar “las maquinitas” porque el dueño “no se quería alinear”. Confirmó que se trasladaron al casino, se estacionaron y permanecieron en el exterior portando un arma larga. Que, en ese momento, desde una camioneta pickup comenzaron a bajar botes con gasolina y los introdujeron al casino. Apenas dos minutos después, la gente salió corriendo de ahí, alcanzó a ver el humo y, mientras se retiraba, todavía escuchó cómo se quebraban los vidrios del negocio.Un tercer sicario que las autoridades mantienen en anonimato relataría que el día de los hechos, antes de ir a quemar el casino, compraron unas tortas. Fue ahí donde vio cómo José Alberto Loera Rodríguez, conocido como El Voltaje,al parecer dio las últimas instrucciones a los pasajeros del Mini Cooper. Según el testimonio asentado en el expediente, el grupo llegó primero al estacionamiento del Casino Royale a bordo de una Town & Country gris sin placas y se quedó a la espera. Pasados unos minutos, Voltaje Negro, como los medios lo llamarían después, habló por Nextel y avisó: “PAPÁ, el mapa está limpio”, y enseguida les soltó: “Guachen lo que va a pasar ahorita”, mientras se carcajeaba. Después comenzaron a arribar los demás vehículos en cadena: primero un Mini Cooper blanco con negro, luego una camioneta gris cerrada con vidrios ahumados; enseguida una pickup azul y al final un Aveo gris. El hombre dijo que al menos una de las personas que bajó iba armada con un arma larga y otra con una R15 y que del vehículo gris bajaron garrafas con gasolina. Según las investigaciones la orden habría venido de mandos deLos Zetas en Monterrey y se ejecutó como represalia porque el negocio se negó a pagar la cuota de extorsión para “no molestarlos”. El autor intelectual fue Baltasar Sauceda Estrada, El Mataperros, a quien las autoridades identificaron como líder operativo en la plaza y quien ordenó el atentado; años después, la FGR informó que recibió una sentencia de 135 años de prisión en un proceso federal. Otros sentenciados serían Julio Tadeo Berrones Ramírez (con pena más alta por reincidencia), y además Juan Ángel Leal Flores, Luis Carlos Carrasco Espinoza, Jonathan Jair Reyna Gutiérrez, Jonathan Emmanuel Estrada Pérez, José Alfredo Grimaldo Rodríguez, Tomás Barbosa Sánchez, Javier Alonso Martínez Morales, Clemente Perales Contreras, Alan Pérez Gámez, Héctor Piñones Mendoza y Jesús Alejandro García González.Irregularidades en la operación del Casino RoyaleUn amparo en revisión en el Poder Judicial (donde administradores y dueños del Casino Royale, para impugnar una orden de aprehensión librada el 23 de diciembre de 2011 en contra de Raúl Rocha Cantú y otros empresarios) exhibe que la autoridad intentó probar que había irregularidades en la operación del casino. La “irregularidad” central que les atribuyen es que en el Casino Royale se realizaban juegos con apuestas sin autorización de la Secretaría de Gobernación. El propio expediente describe que en el local, el 25 de agosto de 2011 y antes, se efectuaban apuestas en cartas, dados y ruleta, además de máquinas tragamonedas, “sin autorización de la Secretaría de Gobernación”.Sin embargo un juez falló a su favor porque señala que el dictamen pericial en electrónica sobre las máquinas de apuestas era “imperfecto” y “dogmático” porque no explicó método, operaciones o experimentos; además, las máquinas estaban dañadas por altas temperaturas de la explosión y eso hacía “materialmente imposible” peritar su funcionamiento de forma concluyente.Después del atentado Raúl Rocha Cantú escaparía a Estados Unidos, donde declaró que desde hacía meses Los Zetasle exigieron el pago de 50 mil dólares en efectivo y le advirtieron que, si no pagaba, “pagaría las consecuencias” por su incumplimiento. Según su relato, como no entregó el dinero, una semana después recibió otro mensaje anónimo en el que le informaron que el monto de la extorsión había aumentado a 140 mil dólares.Años después, ya lejos del humo del Casino Royale, Raúl Rocha Cantú reaparece repleto de brillo y modelos hermosas: compraría el certamen de belleza Miss Universo. Y, sin embargo, ni en ese lugar de sonrisas perfectas su nombre logró entrar sin ruido. La edición 2025 cargó con señalamientos de “arreglo” y versiones de favoritismos, incluso un exjuez dijo en público que Rocha Cantú intentó que votaran a favor de la mexicanaFatima Bosch. Así, incluso en un concurso pensado para coronar la belleza, volvió a imponerse la oscuridad de un personaje que ha transitado de los casinos al mundo de la pasarela, siempre impune.GSC