Entre entrenamientos, juegos y rutinas compartidas, Milo pasó de ser un desafío inesperado a convertirse en un compañero inseparable. Hoy, cuatro años después, el vínculo que une a Milo con Loreto va mucho más allá de la tenencia responsable. Es parte de su familia y llegó a redefinir su forma de amar y habitar la cotidianeidad.