El alarmante veredicto de los dermatólogos: "Si el paciente que se mete dentro de la cámara de rayos UVA es menor de 35 años, su índice de melanoma aumenta un 75 por 100"

Un estudio reciente de la Universidad de California y la Universidad de Northwest ha lanzado una seria advertencia: los jóvenes que utilizan cabinas de rayos UVA de forma habitual pueden llegar a tener, con 30 años, una piel con las características de una de 70. Este hábito no solo provoca un daño severo en el ADN, sino que también triplica el riesgo de desarrollar un melanoma, el tipo de cáncer de piel más agresivo. Para entender las implicaciones de estos hallazgos, la doctora Sara Carrasco, miembro del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica, explica los peligros ocultos de esta práctica. Mucha gente cree que las cabinas de bronceado son una alternativa segura al sol porque evitan las quemaduras. Sin embargo, esto es un error. Estos aparatos, como explica la doctora Carrasco, funcionan eliminando la radiación UVB, que es la que causa el enrojecimiento, pero mantienen la radiación UVA para conseguir el color. El problema es que la intensidad es desproporcionada. "Emiten hasta 12 veces más radiación VA que emite la radiación natural solar", advierte la dermatóloga. Esta creencia de que son menos dañinas es “totalmente falsa”, según la experta. La radiación UVA no se queda en la superficie, sino que penetra profundamente en la piel, provocando alteraciones en múltiples niveles. A diferencia de los rayos solares, esta radiación artificial bombardea las células de forma mucho más intensa y profunda, un hecho que muchos usuarios desconocen por completo. El envejecimiento prematuro es una de las consecuencias más visibles. El estudio, que siguió a más de 30.000 pacientes, concluyó que la piel de los usuarios de camas solares de entre 30 y 40 años presentaba más mutaciones que la de personas de 70 y 80. La doctora Carrasco señala que esta altísima radiación UVA provoca una “destrucción en la funcionalidad” de las fibras de colágeno y elastina, dejando la piel “poco elástica, como un cartón, como un cuero”. Lo más preocupante es que estos efectos no tardan décadas en aparecer. “Personas muy jóvenes que han recibido radiación en cámaras de bronceado están con una piel muchísimo menos elástica”, afirma la especialista. A pesar de que desde 2003 existe un decreto que obliga a los centros a informar por escrito de que esta práctica es cancerígena, muchos usuarios firman el consentimiento sin leerlo, confiando en una falsa apariencia de tratamiento de belleza. Más allá de la estética, el mayor peligro reside en el daño al ADN y el aumento del riesgo de cáncer. Según la doctora Carrasco, las cifras son “muy dramáticas”. De hecho, los autores del estudio comparan el nivel cancerígeno de los rayos UVA artificiales con el del tabaco. Usar estas cabinas aumenta las probabilidades de sufrir un melanoma, y el riesgo es aún mayor en la juventud. El dato es contundente: “si el paciente que se mete dentro de la cámara de VA es menor de 35 años, su índice de melanoma aumenta un 75 por 100”, explica la dermatóloga. Al igual que las quemaduras solares en la infancia, estas radiaciones intensas y cortas son especialmente tóxicas para el organismo a edades tempranas. Además, la localización de los tumores en zonas poco expuestas al sol, como las lumbares y los glúteos, delata su relación directa con las camas solares. Una de las preguntas más frecuentes es si este daño es reversible. La respuesta es que solo “relativamente”. Aunque el cuerpo tiene capacidad de regeneración, “existe un daño en el ADN que no es reparable”, aclara la doctora, una situación similar a la que ocurre con los efectos del tabaco. Tampoco existe el bronceado saludable, ya que desde un punto de vista médico, la piel bronceada es una piel que ha sufrido una agresión.