Postillas de la noche

Abres un ojo despacio y reconoces tu cuarto. Lo vuelves a cerrar, buscando resintonizar un sueño del que ni te acuerdas. Das una vuelta en la cama, pero ya sientes ese pinchazo en mitad de la frente, un pellizco neuronal. El aire está contaminado de los excesos que has expulsado roncando. Huele a suela de zapato pegajoso, a caramelo en combustión. En la boca cien mil polvorones machacados, podrías cortar tu saliva con los dientes. Labios secos, duros. La lengua es una tortuga de metal. Te preguntas en qué momento le has pegado bocados a la tierra. No sabes, no contestas. Sed, sed de mil demonios. Qué lejos se encuentra de repente la cocina, no estás aún para emprender esa... Ver Más