María Guardiola (Cáceres, 1978) llegó a la presidencia de la Junta de Extremadura envuelta en una cuidada puesta en escena: regeneración, moderación, feminización del poder y una supuesta ruptura con las inercias del pasado. Primera mujer en ocupar el cargo, fue presentada como el rostro amable del nuevo Partido Popular, una dirigente técnica, dialogante y ajena a la crispación. Sin embargo, el balance real de su mandato apunta menos a la transformación y más a la inercia; menos al liderazgo y más a la administración rutinaria de un poder prestado.