Poco más de un año atrás Trump fue elegido presidente. Con una participación de 63.9 por ciento, la segunda más alta en la historiadel país, obtuvo el 49.8 por ciento del voto popular contra 48.3 de su rival, Kamala Harris. Una victoria ajustada en la mayoría de los sistemas políticos, en Estados Unidos ese punto y medio se tradujo en 312 votos en el Colegio Electoral para llegar a la Casa Blanca y 218 escaños para asegurarle a su partido la mayoría en la Cámara de Representantes, además del Senado que ya controlaba. Se trató de una victoria categórica, el prólogo de un realineamiento electoral perdurable, pensaban algunos. Aún en jurisdicciones tradicionalmente demócratas, en las que no venció Trump , tuvo lugar una significativa modificación del comportamiento electoral. California se veía azul en un tercio de su superficie, a lo largo de la costa. Los otros dos tercios del territorio en rojo evocaban un Estado republicano, como el de Reagan. Nueva Jersey otro tanto, demócrata en los suburbios neoyorquinos, pero republicano en el resto del estado. Tanto que la diferencia agregada fue estrecha, 51 a 46 por ciento en favor de Harris. En la ciudad de Nueva York, siempre demócrata, los datos mostraban un corrimiento en favor de Trump en la clase trabajadora y las minorías afro y latinas, Washington Heights, Flushing, Richmond Hill y Bensonhurst, entre otros. Ello explica que Trump duplicara su voto entre afroamericanos y obtuviera un 47 por ciento del voto hispano y un 55 del voto hispano masculino a nivel nacional, récord ambos. La cartografía electoral indicaba que vastos sectores de menores ingresos habían votado republicano, pues territorio, origen étnico y clase social tienden a ir juntos. Los demócratas habían perdido conexión con los humildes, erosionando una parte de su basenatural. Los críticos lo atribuyeron al llamado 'woke', una forma de progresismo discursivo que organiza la vida colectiva en función de raza, género y orientación sexual, reduciéndola a identidades parciales y fraccionadas. Es que mientras Trump hablaba de inflación crimen e inseguridad , el progresismo identitario continuaba preocupado por el uso de 'latinx'; término que latinos –y latinas– además aborrecen. Por ello, la «política de la diferencia» resulta incongruente con los derechos universales sobre los cuales se construye la ciudadanía en el Estado liberal y, por ende, disonante con la lógica de la agregación de todo proceso electoral. La misma noche de aquella elección Bernie Sanders, senador «socialista democrático», resumió el punto: «Un Partido Demócrata que ha abandonado a la clase trabajadora descubre hoy que la clase trabajadora los ha abandonado a ellos. Primero fueron los trabajadores blancos, pero ahora también los trabajadores latinos y afros». No obstante, el realineamiento electoral de 2024 fue efímero. Un año más tarde, la tensión entre lo material y lo cultural –entre economía e identidad– volvió a definir la agenda en las recientes elecciones de Nueva Jersey, Virginia y la ciudad de Nueva York, sólo que ahora en favor de los demócratas. Ello debido a la persistente inflación, consecuencia de los erráticos aranceles comerciales de Trump y a su propia agenda identitaria, esto último por un abordaje en exceso ideológico de la política migratoria. Ya desde comienzos del otoño las encuestas mostraban una creciente preocupación en el electorado por el aumento de los costos de la energía, la atención médica y la vivienda, entre otros. Al mismo tiempo, las acciones de la agencia de inmigración (ICE) arrestando a inmigrantes, no todos indocumentados y la mayoría sin antecedentes criminales, y enviándolos a centros de detención para luego deportarlos a terceros países, generaban animosidad en la sociedad. Según dichas encuestas, la aprobación de Trump entre los latinos cayó de un 44 por ciento en enero a 25 en octubre, siendo reprobado en todas las categorías demográficas, especialmente por las mujeres y los jóvenes. Ello se reflejó en las elecciones del 4 de noviembre. En el estado de Virginia, Trump había sido derrotado en la elección presidencial 52 por ciento a 46, pero en la reciente elección a la gobernación esa diferencia favorable a los Demócratas se extendió a 57 por ciento a 42, similar a lo ocurrido en Nueva Jersey. En la ciudad de Nueva York, Trump se involucró directamente en apoyo del independiente Andrew Cuomo. Y este fue derrotado por el socialista democrático Zohran Mamdani (51 por ciento frente al 41). El segmento entre 18 y 29 años fue arrollado Cuomo por un Mamdani que consiguió el 75 por ciento de los votantes de esta franja. Asimismo, en los precintos de clase trabajadora y minorías afro y latina en los que se había producido un corrimiento hacia Trump en 2024, ese voto fue para Mamdani esta vez . La elección de noviembre último resultó ser un examen reprobado por el Gobierno de Trump. Al igual que el anterior, no resuelve el problema de la inflación y, también al igual que el anterior, despliega una agenda identitaria; 'woke', de hecho, sólo que conservador y nativista. El nativismo no es nuevo en Estados Unidos. En 1882, el Congreso aprobó la ley de Exclusión China, suspendiendo la inmigración de trabajadores chinos (cualificados o no). En 1942, la Orden Ejecutiva 9066, justificada en términos de seguridad nacional como respuesta al ataque de Pearl Harbor, dispuso el traslado forzoso de 120.000 ciudadanos estadounidenses de origen japonés a campos de reclusión. Hoy en 2025, el centro de detención Alligator Alcatraz en Florida es su equivalente latino. Es en este sentido que debe interpretarse la Orden Ejecutiva de Trump que intenta eliminar la ciudadanía automática por nacimiento, un derecho ordenado en 1868 por la Enmienda constitucional 14 y ratificado en 1898 por la Corte Suprema. El nativismo estigmatiza a un grupo social específico . Sin embargo, al vulnerar arraigadas garantías constitucionales, es rechazado por la sociedad en su conjunto, no sólo por la población directamente afectada. Como tal también desagrega la propia noción de ciudadanía, fragmentando el todo social en identidades parciales. 'Woke' de izquierda o de derecha, ambos contradicen la filosofía constitucional, que estipula derechos universales, y la lógica electoral, que descansa en el principio de agregación. En una época en que la política está saturada de ideología identitaria, la sociedad estadounidense ofrece una valiosa lección al votar de manera eminentemente pragmática. Así lo hizo por Trump en 2024 y ahora por Mamdani, no es casual que la palabra más pronunciada en su campaña fuera 'affordability' (asequibilidad) y que ello resonara con especial fuerza entre los jóvenes. Conversando con uno de ellos en la noche de la elección, le preguntaba sobre la definición «socialista» del alcalde electo. Le explicaba que el socialismo es una idea económica fracasada, que restringe la libertad individual y que, por ende, deriva en formas políticas y sociales autocráticas. «Sí, tal vez sea así», respondió. Y siguió: «ocurre que si te graduaste de la universidad, como en mi caso, quedándote con una enorme deuda y la vivienda es tan inaccesible ('unaffordable', precisamente), aún estándo empleado por una importante compañía internacional, como es mi caso, pues el capitalismo no parece estar haciendo demasiado por ti». Quedé enmudecido, acababa de escuchar el epitafio de la movilidad social, otrora el ADN de la sociedad americana.