Nueve años antes del famoso 11 de septiembre de 1714 en que se produjo la derrota de los catalanes frente a las tropas de Felipe V , Rey de España, se produjo en Barcelona un episodio que los nacionalistas catalanes, a menudo, pasan por alto a la hora de construir su discurso en favor de la independencia. Una amenaza que podría haber sembrado de cadáveres las calles de la Ciudad Condal si se hubiera perpetrado y que se enmarca dentro del conocido como Pacto de Génova (1705). Sucedió en la primera etapa de la Guerra de Sucesión , que había estallado en noviembre de 1700 con la muerte sin descendencia de Carlos II 'El Hechizado', último representante de la Casa de Habsburgo. Durante los años previos, la cuestión sucesoria se había convertido en un asunto espinoso de consecuencias internacionales, puesto que España constituía un botín muy tentador para las distintas potencias europeas. Cataluña era solo una parte de aquel Reino, pero con el fallecimiento del Rey comenzó la lucha por el trono en todo el continente, no solo en la Península Ibérica. Tanto el Rey Luis XIV de Francia, de la Casa de Borbón, como el emperador Leopoldo I del Sacro Imperio Romano Germánico, de la Casa de Habsburgo, aseguraban tener derecho a la sucesión española por estar casados con las hijas del Rey Felipe IV, que era el padre de Carlos II. Este sentimiento se lo transmitieron a sus descendientes, cada uno de los cuales formó un bando del conflicto: por un lado, Felipe V, nieto de Luis XIV, al que apoyaban Francia, España, Baviera y parte de Italia; y por otro, el Archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador, respaldado por Inglaterra, Holanda, Portugal, Austria y gran parte de los estados alemanes. Es el precedente más cercano de lo que podría ser una guerra mundial. Al primero se le conoció como el bando borbónico o «felipista», que se preocupó principalmente de conservar la unidad de España, y al segundo, el austracista o «carlista», cuyo objetivo era impedir la unión de las coronas española y francesa. Con esta última facción es con la que simpatizan en la actualidad los independentistas catalanes, gracias a una interpretación muy particular de los hechos, tal y como apuntaba hace veinte años el politólogo Anthony D. Smith , quien advertía de que los nacionalismos solían inventarse su nación mediante una selección parcial de acontecimientos del pasado, reales o leyendas, para generar un sentimiento de identidad. Ambos bandos se enfrentaron en un largo y sangriento conflicto que dejó cientos de miles de muertos en toda Europa y desembocó, además, en una guerra civil entre los borbónicos, con Castilla como aliado, y los austracistas, mayoritarios en Aragón, cuyos últimos rescoldos no se extinguieron hasta la citada capitulación de Barcelona en 1714. Sin embargo, en 2022, el historiador Aitor Díaz Paredes, autor de 'Almansa. 1707 y el triunfo borbónico en España' (Desperta Ferro Ediciones) explicaba a ABC que «el conflicto se puede ver como una guerra civil, pero también como una lucha internacional de carácter económico y mercantil por colocar en el trono de Madrid a un rey que fuera favorable a los intereses de cada bando». Es precisamente debido a estos intereses donde entra en juego la traición del Pacto de Génova de 1705 que los nacionalistas catalanes tienden a olvidar, así como el hecho de que, tres años antes, Felipe V hubiera jurado las Constituciones catalanas. «No se puede decir que los borbones anularan el régimen político propio de Cataluña. El cambio de bando que tiene lugar en 1705, una traición en toda regla, y obedece a los intereses de una oligarquía barcelonesa», apuntaba Miquel Porta en ABC en 2005. Según un buen número de historiadores, Felipe V hizo grandes esfuerzos por contentar al pueblo catalán, a pesar de lo cual encontró en los barceloneses la más fiera resistencia. Cataluña firmó el Pacto de Génova con el Reino de Inglaterra, el 20 de junio de 1705, para desalojar del poder al Borbón y entronizar a Carlos III. En este acuerdo, los ingleses aportarían apoyo militar para evitar que su principal enemigo se hiciera más poderoso en Europa, a cambio del cual los catalanes podrían conservar intactas sus instituciones. Los catalanes se olvidaban de que, un año antes, los austracistas habían intentado conquistar Barcelona con 30 barcos ingleses y 18 holandeses, pero fracasaron. El virrey de Cataluña colocado por el Borbón, Francisco Antonio Fernández de Velasco y Tovar, desencadenó entonces una oleada represiva contra los invasores y sus simpatizantes, pero Gran Bretaña no desistió. En marzo de 1705, la Reina Ana nombró como comisionado suyo a Mitford Crowe, un comerciante de aguardiente afincado en tierras catalanas «para contratar una alianza entre nosotros y el Principado de Cataluña o cualquier otra provincia de España». Una de las instrucciones que le dio fue negociar con algún representante de las instituciones catalanas. «He sido informada de que la gente de Cataluña se sentía inclinada a liberarse del yugo que Francia le ha impuesto y sustraerse al poder del duque de Anjou [Felipe V] para volver a la obediencia de la Casa de Austria», escribió la Reina de Inglaterra. Crowe había informado antes a los miembros de esta gran alianza contra los Borbones que «los catalanes eran un pueblo independiente que vivía bajo sus propias leyes y privilegios y que deseaba apoyar a un rey que se comprometa a restaurar sus antiguos derechos». Debido a la represión del virrey, sin embargo, Crowe no pudo entrevistarse con ningún representante de las instituciones catalanas. A escondidas, se puso entonces en contacto con el grupo de grandes propietarios y nobles catalanes austracistas, conocidos como 'vigatans', para que firmaran esta alianza anglocatalana contra España en nombre del Principado de Cataluña. Y aceptaron. Estaban dispuestos a tomar las armas contra Felipe V y lo demostraron conquistando la región de la Plana de Vich en la primavera de 1705. El 17 de mayo, este grupo de catalanes se reunió en la parroquia de Santa Eulalia de Riuprimer, en Vich, y otorgó plenos poderes al joven noble Antonio Peguera y al abogado Domingo Perera para que firmaran el tratado con Inglaterra en nombre de los catalanes. El pacto fue rubricado el 20 de junio en Génova por estos dos representantes y por Crowe en nombre de la Reina de Inglaterra. Según este último, los ingleses se comprometían a desembarcar en la costa española con 8.000 soldados de infantería y 2.000 de caballería y a entregar 12.000 fusiles a los catalanes. Cataluña, por su parte, aportaría 6.000 hombres y se comprometía a reconocer a Carlos de Austria como legítimo monarca, el cual debería jurar y mantener las leyes catalanas. El tratado aludía 17 veces a las Constituciones catalanas y a su defensa, pero debía mantenerse en secreto hasta la toma de Barcelona, que comenzó pocas semanas después con el bloqueo de la ciudad por parte de los 'vigatans'. A esto le siguió el desembarco inglés, la toma del castillo de Montjuïc y el bombardeo desde el mar y desde la misma montaña de Montjuïc. El 25 de agosto de 1705 se lanzaron más de seis mil proyectiles. Y a partir del 15 de septiembre, la ofensiva no se detuvo hasta que el virrey Velasco capituló el 5 de octubre. El Archiduque Carlos entró en Barcelona el día 22. El 7 de noviembre juró las Constituciones catalanas y convocó las Cortes catalanas. La causa de Felipe V quedó muy comprometida y tardó mucho tiempo en darle la vuelta. Este cambio de bando y el ataque a Barcelona fueron omitidos por los independentistas catalanes en el polémico simposio histórico 'España contra Cataluña' que se celebró en 2013 y en otros tantos congresos celebrados en Cataluña desde entonces. Especialmente, cuando abordan la leyenda construida alrededor de la derrota posterior a manos del Rey, en 1714, que cada año conmemoran en la Diada . Según explicaba Anthony D. Smith, también profesor emérito de la London School of Economics y experto en nacionalismos, esta historia contada de manera parcial se convierte en un «relato que recitar» para «aprender las ficciones que evoca».