Este 22 de diciembre se cumplen 18 años desde que la alta velocidad llegó a Valladolid, un hito que transformó la conexión con la capital. La línea Avant Valladolid-Segovia-Madrid ha batido récords este último año con 2,8 millones de viajeros, pero no todos los usuarios celebran el aniversario. Para Beatriz Polo, que lleva usando el servicio desde 2007 para ir a trabajar, la experiencia de viaje es mejorable. Aunque reconoce que el servicio ha mejorado en estos años, afirma que "últimamente estamos un poquito de capa caída". Entre sus quejas principales se encuentran la reducción de frecuencias por las obras de Chamartín y las nuevas y complicadas condiciones de los abonos para viajeros recurrentes. La nueva normativa obliga a anular los billetes con una hora de antelación, algo que para Beatriz es un problema. "Los que trabajamos en Madrid dependemos de cercanías, de Metro, y no va muy bien esos servicios, entonces, yo no puedo anular con una hora de antelación", explica. A la tercera penalización, se pierde el derecho al abono, lo que genera una angustia constante: "Vas ahí con miedo, con angustia, con carreras por todos lados". La situación se complica porque viaja cada día con su hijo pequeño, que va a una escuela infantil en Madrid. La falta de opciones de conciliación en Valladolid la obliga a coger el primer tren a las 6:23 de la mañana. Esta rutina convierte el trayecto en "los juegos del hambre", donde cualquier imprevisto puede desbaratar el día. La puntualidad, que en su día fue un sello de identidad del AVE, es ahora una de las mayores fuentes de frustración. "Llevamos una racha de casi un año y medio que es que no va bien", lamenta Beatriz. Relata retrasos constantes, como uno reciente en el que un tren que debía llegar a las 17:20 lo hizo a las 17:40, sin que nadie ofreciera explicaciones claras. "Siempre estamos igual", denuncia. Beatriz recuerda con nostalgia cuando los trenes "llegaban incluso antes de tiempo", un minuto que "te da la vida" para coger los enlaces. Ahora, la incertidumbre es la norma. "Cada dos por tres ya estoy ahí con el teléfono a mano para ir pidiendo disculpas a la de la escuela porque vamos a llegar tarde", confiesa. Pese a los problemas, Beatriz admite que sigue siendo viable vivir en Valladolid y trabajar en Madrid, sobre todo por el prohibitivo precio de la vivienda en la capital. Con los descuentos actuales, el abono de 50 viajes cuesta 285 euros, un precio económico. Sin embargo, advierte de que si quitan los descuentos, viajar será "muchísimo más caro". El precio de los billetes sueltos es un ejemplo: llevar a sus hijas en Semana Santa le cuesta 37,85 euros por niña, ida y vuelta. A esto se suma una brecha digital y técnica. La aplicación de Renfe no le permite gestionar el billete gratuito de su bebé, obligándola a usar una web que, según ella, "se ha quedado en los años 80" y que le ha hecho perder plazas por fallos técnicos. Por todo ello, su petición al Ministerio de Transportes es clara: "Que hagan el favor de seguir con con los descuentos, porque es que nos ayuda muchísimo". Además, pide una mejora de las instalaciones y un mantenimiento más riguroso de los trenes para que la alta velocidad vuelva a ser el servicio fiable que un día fue.