La Navidad ha llegado y, con ella, un torbellino de emociones que no siempre son positivas. Lo que para muchos es una época de reencuentro y celebración, para otros se convierte en una fuente de estrés, agobio y ansiedad. Las comidas familiares, la compra de regalos, los compromisos sociales y la presión por alcanzar un ideal de felicidad a menudo inalcanzable generan un desgaste físico y mental. Este fenómeno, conocido como estrés navideño, afecta a una parte significativa de la población. Para entender sus causas y, sobre todo, aprender a gestionarlo, la pedagoga y experta en gestión del estrés, Esperanza Sebastián, ha compartido una serie de claves para transformar la manera en que vivimos estas fiestas y recuperar su verdadero sentido. Uno de los principales detonantes de la ansiedad en estas fechas es la presión social y cultural por vivir unas fiestas idílicas. Según Sebastián, el problema reside en las altas expectativas que nos autoimponemos. “Nosotros mismos nos presionamos con respuestas que tenemos que dar”, afirma. Esta búsqueda de la perfección se ve amplificada por las redes sociales, que proyectan una imagen irreal de la Navidad. “Todo es idílico en las redes. Y, entonces, yo, que soy un aficionado o aficionada a mirar las redes, digo, qué cosa tan bonita decorada, qué mesa, fíjate qué árbol”, explica la experta. Esta exposición constante a vidas aparentemente perfectas nos lleva a pensar que la felicidad depende de “tener un bonito árbol, el tener una mesa superbién decorada, el un montón de regalos debajo del árbol”. Esta presión nos lleva a una carrera frenética por cumplir con un guion preestablecido, olvidando lo que de verdad importa. Esperanza Sebastián subraya que, en este proceso, a menudo se pierde la esencia de la Navidad. Se prioriza “el festejar por festejar” en lugar de cultivar los vínculos afectivos. “Nos olvidamos a veces de que lo importante, desde mi punto de vista, repito, es la presencia, el estar, el acompañar y el estar con los seres que queremos”, lamenta la pedagoga. La consecuencia es una sensación de vacío y agotamiento, donde la obligación eclipsa al disfrute genuino del tiempo compartido con familiares y amigos. Ante este panorama, ¿cómo se puede gestionar el agobio? La experta propone una estrategia basada en tres pasos fundamentales: parar, priorizar y simplificar. El primer paso es detenerse a reflexionar de forma consciente sobre cómo queremos vivir realmente estas fiestas. Sebastián recomienda hacerse una pregunta clave: “A ver, Esperanza, ¿qué es lo que quieres para estas navidades? ¿Cómo las quieres vivir?”. Este ejercicio de introspección es crucial para definir nuestras propias prioridades, en lugar de dejarnos arrastrar por las expectativas ajenas. El objetivo es que, al finalizar las fiestas, el recuerdo sea de “serenidad, de paz, de amor, de alegría, de compartir, de risas, y no de prisa y jaleo”. Una vez definidas las prioridades, el siguiente paso es la planificación. La experta insiste en que “planificar es muy importante, no dejar las cosas para el último momento, que entonces nos vienen los agobios”. Esto se aplica a la compra de regalos, la organización de las comidas o la agenda de encuentros sociales. El tercer pilar es simplificar. “A veces queremos llegar a tantas cosas, que tantos compromisos, que entonces, claro, no nos da de sí”, señala Sebastián. Su consejo es simplificar en todos los ámbitos posibles: “Simplifica las decoraciones, simplifica las recetas que vayas a realizar para tu familia, simplifica las tareas que tienes que hacer, simplifica las reuniones”. Al reducir la carga de obligaciones, se libera espacio y energía para lo que realmente aporta valor: la presencia y la conexión con los demás. El estrés navideño no es una percepción aislada. Esperanza Sebastián cita datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que revelan que “el 40 por 100 de las personas experimentan altos niveles de estrés en este mes de diciembre”. Este aumento se debe a una combinación de presión social, económica y emocional asociada a estas fechas. La economía familiar juega un papel importante, ya que no todas las familias pueden hacer frente al nivel de gasto que impone la presión comercial y publicitaria, lo que añade una carga de ansiedad adicional. A esto se suma la presión emocional de “cumplir expectativas ajenas que no son las propias”. Para hacer frente a esta situación, la pedagoga destaca la importancia de poner límites. Aprender a decir “no” a ciertos compromisos o exigencias es fundamental para proteger nuestro bienestar. “Hay que poner límites, porque uno no puede dar lo que no tiene. Si tú las navidades no estás feliz y contento, no vas a poder transmitir esa felicidad”, razona. En última instancia, la clave reside en un cambio de enfoque: preguntarse cómo queremos recordar estas fiestas. La meta debería ser evitar que, en unas semanas, el recuerdo sea un “vaya fiestas que he tenido, que me ha agotado y me ha superado”. Por ello, la calma y la autoconciencia se presentan como los mejores aliados para disfrutar de una Navidad más auténtica y serena.