Ser amable tiene recompensa, según la psicóloga Silvia Sanz: "La amabilidad auténtica nace de la fortaleza emocional"

La especialista explica que la amabilidad actúa como un regulador emocional natural y puede ayudar a mejorar cómo nos sentimos y cómo interpretamos el mundo que nos rodea Qué es la resiliencia, según la psicóloga Clara Cañas: “Ser resiliente no significa no sufrir, sino adaptarse y seguir adelante” Sentimos la importancia de la tenacidad, de trabajar duro y de tener éxito. En un mundo de prisas, de individualismos y de carreras por llegar más lejos, es fácil que pasemos por alto algo tan sencillo y a la vez tan complejo como el poder silencioso de la amabilidad. Una cualidad que, además de enriquecer nuestras interacciones, puede tener un impacto positivo en nuestro bienestar. Si hacemos un poco de repaso de lo que dice la ciencia sobre este aspecto, veremos cómo cultivar la amabilidad puede mejorar no solo nuestras relaciones, sino también nuestro bienestar general. Qué significa (y qué no) ser amable La amabilidad no es material, no implica un intercambio físico de ningún bien u objeto. Los actos de bondad son acciones benevolentes dirigidas, de forma intencionada, a otra persona, que están motivadas por el deseo de ayudar sin que ello suponga obtener una recompensa o evitar un castigo. El diccionario lo define como “dicho de la persona que trata a los demás de manera agradable y con ganas de complacer”. Por tanto, nos pueden venir a la cabeza acciones tan simples como hacer un regalo inesperado a un amigo, invitar a alguien a tomar un café, reservar un rato del trabajo para apoyar a un compañero que no pasa un buen momento o hacerle la receta preferida a alguien por el simple hecho de complacerle. No es necesario un gran gesto, ya que cada acto de amabilidad es importante. Basta con actos simples, espontáneos o premeditados, para que influyan tanto a quien los hace como a quien los recibe. Y, aunque a menudo solemos confundirlo con debilidad, nada más lejos de la realidad. Como nos explica Silvia Sanz García , psicóloga, “son conceptos casi opuestos: la amabilidad auténtica no nace de la sumisión, sino de la fortaleza emocional. Ser amable implica elegir cómo responder, no reaccionar impulsivamente desde el miedo y esto requiere más autocontrol y más seguridad interna que levantar la voz o ponerse a la defensiva”. En cambio, la debilidad “aparece cuando uno actúa por temor a las consecuencias, cuando cede para evitar conflicto o para agradar. La amabilidad nace de un ‘puedo elegir ser cuidadoso’, mientras que la debilidad lo hace de un ‘no me atrevo a poner límites”, explica Sanz. “Por eso decimos que la amabilidad es un acto de poder, no de fragilidad, es la capacidad de mantener el respeto y la claridad incluso en contextos donde sería más fácil ser agresivo o distanciarse. Es un tipo de firmeza tranquila”, afirma la especialista. El problema está cuando la amabilidad no nace de la libertad o del deseo de cuidar el vínculo y, por tanto, de cómo elegimos relacionarnos, sino cuando se convierte en un “mecanismo para evitar conflictos, para no desagradar o para mantener la aprobación ajena. Entonces deja de ser un gesto altruista y empieza a ser una renuncia”, afirma Sanz. Beneficios de la amabilidad Cada vez más reconocida por su impacto en el bienestar general, la amabilidad ha emergido como una herramienta poderosa avalada por la ciencia y la investigación. Los estudios revelan las múltiples maneras en las que practicar la amabilidad puede aligerar problemas como la ansiedad, a la vez que ayuda a fomentar una perspectiva más positiva de la vida. Se ha demostrado que la amabilidad aumenta la empatía y la compasión y mejora el estado de ánimo. También puede disminuir la presión arterial y el cortisol, una hormona del estrés. ¿Qué pasa que hace que todo esto suceda? Como explica la especialista, varios estudios muestran que “los actos amables activan circuitos cerebrales asociados al bienestar, liberando oxitocina, dopamina y endorfinas, lo que reduce el estrés y aumenta la calma. Además, contribuyen a reforzar la autoestima: sentir que impactamos positivamente en otros nos recuerda nuestro propio valor”. Hay varias razones por la que los actos de bondad son buenos, tanto para el que los da como para el que los recibe. Diversas investigaciones que han examinado los beneficios para la salud emocional han descubierto que ser amables puede ayudar a reducir los síntomas de depresión y ansiedad. Como esta publicada en The Journal of Positive Psychology , según la cual los actos de bondad pueden ayudar a reducir los síntomas de depresión y ansiedad. Otra característica particular de la amabilidad, apoyada también por la investigación , es que además puede ser generar un efecto contagio, es decir, las personas que reciben actos de bondad son más propensas a ser más generosas ellas mismas. “Un gesto tan simple como una sonrisa o una palabra considerada suele provocar respuestas igual de amables en los demás, creando entornos más cálidos y cooperativos. Y cuando nuestras relaciones son más seguras y menos tensas, también lo es nuestra salud mental”, afirma Sanz. Por tanto, podríamos decir que la bondad tiene un efecto dominó: cuando mostramos bondad a los otros es más probable que la transmitan, creando una reacción en cadena. Para Sanz, “ser amable, ofrecer ayuda o interesarse genuinamente por los demás genera una forma de satisfacción personal que tiene un impacto directo en el bienestar emocional”. Y, si bien muchas de las recompensas de la amabilidad “no son visibles a simple vista, sí se sienten: cuando enviamos a nuestra mente mensajes como ‘soy una buena persona’, ‘puedo confiar’… esta narrativa fortalece la autopercepción y alimenta una visión más optimista del mundo y de uno mismo”, afirma Sanz. Según indica la psicóloga, cuando la amabilidad nace de la elección y no de la elección de agradar, “actúa como un regulador emocional natural, mejora cómo nos sentimos, cómo nos vemos y cómo interpretamos el mundo que nos rodea. Es un pequeño acto con un impacto sorprendentemente grande”. ¿Podemos trabajar para ser más amables? La amabilidad, como cualquier otra habilidad, se puede desarrollar. Para Sanz, no se trata solo de “un rasgo del carácter, sino de una habilidad que se entrena y que se vuelve más natural con la práctica consciente”. ¿Cómo podemos convertir el ser amable en un hábito? Convertirnos en personas más amables no es tan difícil como podríamos pensar. Podemos mostrar empatía en nuestras interacciones cotidianas con los otros. “Una forma sencilla de empezar es realizar un pequeño experimento, algo similar a la idea de ‘cadena de favores’. Así, durante un día, podemos incorporar gestos amables de forma deliberada: sonreír a las personas de nuestro entorno, decir en voz alta algo positivo que veamos en otros o prestar ayuda cuando notemos que alguien lo necesita, como facilitar el carro del supermercado a quien no lo encuentra”, sugiere Sanz. Es importante que lo que digamos y lo que demos esté en consonancia con los recursos que tenemos disponibles. Así, acciones como las descritas, “aunque parezcan mínimas, tienen un efecto doble: mejoran el clima emocional a nuestro alrededor y, sobre todo, nos hacen sentir mejor. Entrenar la amabilidad es entrenar una forma de estar en el mundo. Y basta un día de prueba para notar la diferencia”, concluye Sanz.