Las curiosidades históricas del gordo de la Lotería de Navidad: anécdotas sorprendentes que no sabías del sorteo más querido de España

Cada 22 de diciembre, España se detiene. Da igual si estás en casa, en el bar de la esquina o trabajando con la radio de fondo. La Lotería de Navidad suena, se canta y se vive como pocas cosas en este país. Pero más allá de los números, los niños de San Ildefonso y los sueños compartidos, este sorteo esconde una historia repleta de curiosidades que, con el paso del tiempo, lo han convertido en algo mucho más grande que un simple juego de azar. La Lotería de Navidad no empezó como una tradición festiva, sino como una necesidad. Corría el año 1812 y España estaba inmersa en la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas. El Estado necesitaba dinero y decidió crear un sorteo extraordinario para recaudar fondos. Aquella primera edición se celebró en Cádiz y, aunque todavía no se llamaba oficialmente “Lotería de Navidad”, sembró la semilla de lo que hoy es una de las grandes citas del calendario. El nombre actual no llegó hasta 1892. Desde entonces, la Navidad quedó ligada para siempre a la ilusión de que un número pueda cambiarte la vida de un día para otro. Si hay un sonido que todo el mundo reconoce es el canto de los números. Los niños de San Ildefonso llevan participando en el sorteo desde el siglo XVIII, mucho antes incluso de la Lotería de Navidad tal y como la conocemos. Al principio, su presencia tenía un sentido social, ya que el colegio acogía a menores sin recursos. Con el tiempo, su voz se convirtió en símbolo de suerte, tradición y nervios a flor de piel. Curiosamente, no siempre cantaron los premios. Hubo épocas en las que simplemente leían los números. El famoso “mil euros” cantado con esa cadencia tan especial llegó después y hoy resulta impensable el sorteo sin ese ritual. En el siglo XIX, repartir los décimos por toda España era una auténtica odisea. No había internet, ni administraciones modernas en cada barrio. Los billetes viajaban en diligencias, barcos y trenes, y en algunos pueblos llegaban a lomos de animales. No era raro que los décimos se retrasaran o incluso se perdieran por el camino. De hecho, hay historias documentadas de pueblos que se quedaron sin celebrar el sorteo porque los números no llegaron a tiempo. Hoy, cuando compras un décimo con un par de clics o lo guardas en el móvil, cuesta imaginar lo que suponía entonces. Aunque hoy todos hablamos de “El Gordo” como si hubiera existido desde siempre, lo cierto es que ese nombre se popularizó con el paso de los años. Al principio, los premios se anunciaban de otra manera y el importe era mucho más modesto. Fue el crecimiento del sorteo y el aumento de la cuantía del primer premio lo que hizo que el apodo se quedara para siempre. También hubo épocas en las que el premio no se repartía tan ampliamente. La idea de que el dinero llegue a muchos ganadores es relativamente moderna y ha contribuido a que la Lotería de Navidad tenga ese carácter tan social. A lo largo de la historia, algunos números han salido más veces que otros. Esto ha alimentado supersticiones de todo tipo. Hay quien siempre compra el mismo número “porque una vez salió cerca”, quien busca fechas importantes o quien evita cifras que considera gafes. La ciencia dice que todos tienen las mismas probabilidades, pero la tradición y la emoción pesan más que las matemáticas. También están los números que nunca han salido, esos que cada año se convierten en protagonistas de conversaciones de bar y debates familiares. Pocas tradiciones pueden presumir de haber sobrevivido a tantos momentos históricos. La Lotería de Navidad se ha celebrado durante dictaduras, guerras civiles, crisis económicas y hasta en plena pandemia, cuando los niños cantaron con mascarilla y el Teatro Real se quedó casi vacío. Ese año quedó grabado en la memoria colectiva como uno de los más extraños, pero también como una prueba de que, pase lo que pase, la ilusión sigue encontrando su hueco. Quizá la mayor curiosidad de todas no está en los números ni en las fechas, sino en lo que provoca. La Lotería de Navidad no es solo ganar dinero. Es compartir décimos en la oficina, regalar uno a un ser querido o celebrar que el premio ha caído en el barrio, aunque tú no tengas ninguno. Por eso, más de dos siglos después, sigue siendo una historia viva. Una mezcla de tradición, esperanza y pequeñas anécdotas que, cada diciembre, vuelven a unirnos frente a la radio o la televisión, con el corazón en un puño y la ilusión intacta.