El Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad es un clásico de diciembre y con permiso de las escenas de gente celebrando que han pellizcado un premio, una de las imágenes más curiosas que deja este 22 de diciembre es la de personas con disfraces variopintos que acuden al Teatro Real. Así, un Papa de Roma, obispos, Papá Noels, Don Quijotes, pingüinos, gente con 'looks' regionales y banderas o con trajes elaborados con décimos y muchos otros con motivos navideños son solo algunos de los ejemplos que se están viendo este año y que están entre los protagonistas hasta que no empiezan a salir los premios. Todos ellos tienen que 'luchar' para poder tener un asiento dentro del Teatro y, de hecho, pasan noches al raso para conseguirlo. Juan Manuel López, conocido como el Obispo, uno de los personajes que es un clásico, ha hablado en Rac1 durante la celebración del sorteo y ha contado cómo se organizado para hacerlo. «Hay algunas rencillas entre nosotros» , ha asegurado. El Obispo, que va acompañado de un disfrazado de escolta y otro de monaguillo, ha confesado que este año ha llegado al sorteo «cansadísimo» tras una « noche bastante dura » por el frío en Madrid de las últimas horas. Él ha estado desde el pasado 13 de diciembre durmiendo a las puertas del teatro y ha entrado el primero. «El año pasado batí el récord: estuve esperando desde el día 1», recuerda a Rac1. La infraestructura para conseguirlo no es fácil. Los primeros días hacen turnos y relevos con otros compañeros de disfraces para poder ir a ducharse, a descansar o simplemente dar un paseo. Con todo, el Obispo confiesa que « hay rencillas entre nosotros » por ocupar los primeros puestos y acaba considerando que «se nos ha ido un poco de las manos» esto de los disfraces. Él juega dos números un tanto especiales, el 00001, «porque soy el número 1», y el 00000, «porque es el de la realeza». Confiesa que son números especiales pero que puede conseguirlos porque tiene patrocinadores que le ayudan: son los mismos que colaboran para facilitarle comida u otro tipo de ayuda. «Las noches son largas y bastante duras», lamenta el Obispo, que acababa su intervención recordando que, aunque le encanta, «para venir aquí tengo que cerrar mi cafetería, o sea que también nos cuesta lo nuestro estar aquí».