Una médica retirada ha ofrecido techo durante tres noches a dos senegaleses que se vieron en la calle tras ser expulsados del instituto abandonado en el que dormían Los migrantes a los que Albiol ha echado: “Hoy dormiré en la calle de Badalona, porque no voy a desaparecer” Àngela Valeiras, una médica jubilada de Badalona, ha acogido durante tres noches a dos de los desalojados del instituto abandonado B9. Son Serigne Babacar y Abdou Ngom, de 24 y 30 años. Llegaron al asentamiento hace pocas semanas y apenas se expresan en castellano. Tampoco se conocían entre ellos y la aparición de Àngela al día siguiente del desalojo los ha convertido en una “familia” en cuestión de horas. La mujer les ofreció su casa sin pensarlo demasiado. “Me dejé llevar por el corazón ante una situación muy desesperada”, explica en declaraciones a la ACN. Los jóvenes han mostrado su gratitud limpiándole la casa y cocinándole platos típicos senegaleses antes de marcharse el domingo a un espacio habilitado por entidades y la Generalitat para darles cobijo. Mientras Serigne cocina una receta senegalesa de pollo con arroz con la ayuda de otro compatriota a quien Àngela ha invitado a casa, Abdou se sienta con la mujer en el comedor. La médica le revisa la herida que el joven se hizo en la mano mientras trabajaba con chatarra. Es una escena de la cotidianidad de las últimas 72 horas en casa de Àngela, que ha visto momentáneamente alterada su normalidad. Vive sola con dos perros en un pequeño bajo en el centro de Badalona. Entre jueves y sábado, sin embargo, ha trasladado allí una pequeña parte del campamento del B9. Es un pequeño grano de arena en la lucha contra el sinhogarismo, que Àngela ya ha practicado en otras ocasiones. Hace dos años, cuando el Ayuntamiento de Badalona cerró el albergue de Can Bofí Vell, ya acogió a uno de los damnificados. Su sensibilidad hacia las personas vulnerables, sin embargo, le viene de lejos. Su relación con Serigne y Abdou no es la primera conexión que tiene con Senegal. De joven, esta médica ahora jubilada estuvo precisamente en Senegal en un proyecto humanitario. “Lo llevo en el ADN; mi madre fue una mujer que siempre ayudó”, explica. Ahora, ante la situación del B9, la mujer se muestra muy crítica con la actuación del gobierno municipal y considera que el desalojo fue una medida “irracional” que no ha servido para resolver el problema de fondo que había llevado a los 400 migrantes a malvivir en las instalaciones del antiguo instituto. Al día siguiente del desalojo, Àngela fue a la plaza donde durmieron la primera noche las personas del B9 para intentar ayudar. “No pude moverme de allí en todo el día”, relata. Según explica, fueron los propios hombres de la comunidad senegalesa quienes le pidieron ayuda para Serigne. “Me dijeron que era muy joven, que no sabía desenvolverse y me insistieron mucho”, explica la mujer. Aunque en un primer momento no reaccionó, esa misma noche empezó a sentir la “desesperación” de la acampada. “Me salió un impulso y le ofrecí una noche”, comenta la médica. En ese momento apareció también Abdou, pidiendo ayuda para curarse la herida, que se le estaba infectando y le había provocado incluso fiebres altas. “No podía dejarlo allí”, relata. Aquella noche del jueves ambos durmieron en casa de Àngela de manera “totalmente improvisada”. Y se quedaron hasta el sábado. “Yo tengo un techo y puedo elegir lo que como aunque no me sobre el dinero. Ellos no tienen nada”, lamenta la mujer, que justifica así su impulso para acoger a los jóvenes senegaleses. Durante estos tres días han podido comer, ducharse y dormir bajo techo. Esta última noche, sin embargo, Abdou y Serigne ya han dormido en un centro que diversas entidades y el Departamento de Derechos Sociales han habilitado para ofrecer cobijo a una quincena de personas en situación de vulnerabilidad procedentes del B9. Ninguno de los dos, sin embargo, olvida el gesto de Àngela y quieren seguir agradeciéndoselo en los próximos días, ayudándola en las tareas de limpieza del hogar. “Se me saltan las lágrimas. Tenemos que aprender mucho de ellos”, asegura la mujer, visiblemente emocionada, antes de poner la mesa para comer juntos el plato senegalés de despedida que han estado preparando.