El triunfo menos reconocido

En las próximas horas las cuentas de Instagram de los jugadores empezarán a llenarse de postales navideñas, fotos en la nieve, mensajes de felicitación y buenos deseos. Cualquiera de ellos, cualquiera de ustedes firmaría con los ojos cerrados repetir un año como el que está a punto de marcharse y que tan buenos momentos nos ha dejado. Aún ayer, haciendo el preceptivo resumen del año, me puse a repasar las páginas publicadas el día del partido en Getafe para revivir aquella felicidad y, de paso, constatar la superioridad estética que tiene el periódico de papel. Disfruten del momento -sobre todo los más jóvenes e inexpertos- porque no crean que van a pasarse la vida viviendo en este cuento donde todo es paz y armonía. Eso mismo pensaban los celtistas de comienzos de siglo y de repente se vieron unos años comiendo las uvas con la duda de si su Celta llegaría a la Navidad siguiente. El Celta es como la obra de uno de esos escritores de novela negra que van pegando brincos en la narración en busca de una nueva sorpresa que agite al lector y sacrifican para ello la coherencia y terminan componiendo puzzles incomprensibles. Esos aficionados tampoco pensaban que nada malo podría suceder y llegaron a normalizar el éxito y a protestar porque llegó un momento en el que todo parecía insuficiente. Por eso conviene disfrutar siempre de los pequeños o grandes triunfos que regala este fútbol traicionero y al que nunca se puede dar la espalda.