No cabe duda de que la Navidad es una época marcada por el brillo de los adornos, las luces, los villancicos, las celebraciones, los brindis, las risas, los encuentros, los abrazos... Sin embargo, mientras el espíritu festivo se enciende con todo su esplendor, muchas personas sienten que su ánimo se apaga por ser la primera Navidad sin ese ser querido que ya no les acompaña por haber fallecido. Es lo que se denomina 'síndrome de la silla vacía'. Las familias se enfrentan a un primer dilema: celebrar o no estas fiestas. Según José Carlos Bermejo, director general del Centro de Humanización de la Salud , lo mejor es seguir adelante. «Hacerlo no es una contrariedad con la tristeza, la nostalgia, el dolor, el sufrimiento. Más aún, la verdadera celebración ha de integrar la realidad en la que se vive, no negarla ni ocultarla. No celebrar es dar todo el poder a la ausencia , dejarse secuestrar por ella. Algunos piensan que evitando los festejos honran la memoria del ser querido y respetan la propia situación de desmotivación». El psiquiatra Javier Quintero coincide en que este síndrome no siempre es fácil de digerir. Para llevar esa ausencia sin que duela tanto en Navidad, recomienda, en primer lugar, no forzarse a estar bien. «No hay una forma correcta de vivir estas fechas cuando falta alguien: se puede sentir tristeza, enfado, ganas de estar solo... Es normal. No se trata de luchar contra estas emociones; aceptar lo que se siente ayuda a aliviar la presión». Un punto importante para Quintero es recordar a quien falta. « El dolor crece cuando intentamos evitarlo . Por eso, encender una vela, poner una foto o dedicar un brindis no hace más grande la herida: ayuda a darle un lugar a esa persona». Así lo aconseja también el director general del Centro de Humanización de la Salud, al reconocer que los ritos son recursos que humanizan. «Generan comunidad, refuerzan los vínculos, honran la memoria, incluso a lo que resulta duro y nos hace sufrir. Es posible celebrar con nostalgia, con recuerdo explícito, con palabras dedicadas a la memoria del fallecido, con evocaciones concretas de las costumbres o particulares del ausente». La familia ocupa un lugar imprescindible en estas fechas. «El duelo atraviesa a todas las generaciones y eso incluye a los niños y a las personas mayores -apunta Marta Gutiérrez , psicóloga experta en duelo del equipo de atención psicosocial (EAPS) Mutuam del programa para la Atención Integral a Personas con Enfermedades Avanzadas de la Fundación «la Caixa» -. En el caso de los más pequeños debemos dejarles ser y actuar como menores, aunque su aparente montaña rusa emocional pueda desconcertar a los adultos. Pueden estar muy tristes y en dos minutos tan contentos. Es importante respetar esa oscilación porque es una herramienta que tienen». Aconseja también no excluirlos de las decisiones sobre cómo se van a vivir estas fechas. Respecto a las personas mayores , Marta Gutiérrez, considera que la prioridad es no decidir por ellos, «es mejor preguntarles cómo quieren pasar las fiestas dejando a un lado la imposición social de estar juntos en Navidad. Cuando atraviesan un mal momento hay veces que necesitarán estar solos y es importante comprenderlo y respetarlo , pero haciéndoles saber que estamos disponibles por si cambian de opinión». Según Bermejo no es infrecuente que haya distintos criterios sobre cómo proceder a celebrar estas fechas. «Lo importante es que no se acepten los que son insanos, como la negación de la realidad, la necesidad de dar espacio explícito a quien no está. Ayudan los verbos recordar, agradecer, narrar, evocar... Hay que dejar que cada uno exprese sus sentimientos». Igualmente destaca que la experiencia de la Navidad queda grabada en el recuerdo de los niños que, en el futuro, replicarán estándares aprendidos. «Por eso, es una oportunidad pedagógica de primer orden . Yo no olvido que mi padre rezaba por los difuntos al bendecir la mesa de Nochebuena, y se le caían las lágrimas. Nos daba pan para besar todos, como símbolo de inclusión y fraternidad, de agradecimiento y comunión. Hay que encontrar las expresiones adecuadas para cada legítima rareza de los distintos grupos y familias». Finalmente, Quintero destaca que una cuestión muy importante es cuidarnos a nosotros mismos. Buscar aquello que nos aporte calma : salir a caminar, escribir lo que sentimos, pasar tiempo con quien nos hace bien… «El dolor no desaparece, pero se hace más llevadero cuando lo vives con melancolía y sin exigencias. El amor -advierte- no se acaba cuando alguien se va , solo cambia la forma en la que está presente. No tenemos que obligarnos a sonreír todo el tiempo. Probad a darnos permiso para recordar, sentir y descansar».