La estrategia fallida de Guardiola y Feijóo: entregan Extremadura a Vox

El Partido Popular ha ganado las elecciones autonómicas en Extremadura. Pero lo ha hecho perdiendo votos, sin mayoría absoluta y dependiendo más que nunca de Vox. Una victoria amarga que deja a María Guardiola políticamente debilitada y a Alberto Núñez Feijóo con una estrategia nacional seriamente tocada. El adelanto electoral, planteado como una maniobra para "salir del bloqueo" y liberarse de la ultraderecha, ha producido exactamente el efecto contrario: Vox se dispara, el PP apenas avanza y Extremadura queda aún más condicionada por una fuerza política que no cree en los servicios públicos ni en la ampliación de derechos. Para este viaje, no hacían falta alforjas. En Génova se las prometían muy felices. El adelanto electoral en Extremadura fue concebido como el primer gran movimiento del nuevo ciclo político del Partido Popular. Un ensayo general para demostrar que el PP podía gobernar en solitario y que la dependencia de Vox era ya cosa del pasado. La realidad, una vez más, ha desmontado el relato. Guardiola y Feijóo confundieron deseo con realidad. Se fiaron de encuestas favorables, amplificadas por medios afines, que hablaban de una mayoría absoluta al alcance de la mano. En privado, el entorno de la presidenta extremeña llegó a trasladar que el PP "soñaba" con gobernar sin ataduras. Desde la dirección nacional se hablaba abiertamente de una horquilla de 31 o 32 escaños. Nada de eso ocurrió. El Partido Popular no solo no ha logrado la mayoría absoluta, sino que ha perdido cerca de 10.000 votos respecto a 2023. Apenas ha sumado un diputado más. Y, lo que es aún peor para sus intereses, ha reforzado de manera espectacular a Vox, que gana alrededor de 40.000 votos y se convierte en el gran vencedor moral de la noche electoral. Convocar elecciones para no depender de Vox y acabar dependiendo todavía más de Vox es una demostración palmaria de fracaso estratégico. El PP no ha cambiado el equilibrio de fuerzas; ha cambiado quién manda. Y quien manda ahora en Extremadura es Vox. La victoria de Guardiola es, por tanto, profundamente agridulce. Gana las elecciones, sí, pero lo hace maniatada, sin margen de maniobra y con una ultraderecha crecida que ya ha dejado claro que cobrará caro su apoyo. De hecho, Vox ha anunciado sin ambages que, en cualquier negociación de investidura o de legislatura, lo primero que pondrá sobre la mesa será la cabeza de la propia Guardiola. El paralelismo con la Comunidad Valenciana resulta evidente. Allí Vox no solo influyó en la elección del candidato, sino que condiciona las políticas y marca la agenda. En Extremadura el guion amenaza con repetirse. La primera demostración de fuerza llegó la misma noche electoral, cuando Vox forzó a la presidenta del PP a comparecer antes que su propio candidato. Un gesto simbólico, pero enormemente revelador. El PSOE ha sufrido un retroceso importante, al pasar de 28 a 19 escaños, en un contexto marcado por la desmovilización de una parte relevante de su electorado. La participación se situó en el 62%, la...