Pepe Sánchez Conesa, desvela el origen de los aguilandos: el canto navideño que aseguraba la salvación eterna

La Navidad está repleta de tradiciones cuyo origen a menudo se desconoce. Una de las más arraigadas en el campo de Cartagena es el aguinaldo, un cante popular que sonaba en Nochebuena. También se puede llamar aguinaldo. El cronista Pepe Sánchez desvela la historia de esta costumbre musical, aclarando que tanto "aguinaldo" como "aguilando" son términos correctos. "Aguinaldo suena, yo lo llamo normalmente aguinaldo, suena como más popular, pero es el regalo navideño. Entonces, son un regalo navideño en forma de cante", explica Sánchez. Cada pueblo tiene su propia versión con matices que la convierten en una seña de identidad local. El origen musical de los aguilandos es incierto, con estudiosos que lo vinculan a la música hispano árabe o a danzas moriscas. Lo que sí se sabe es que en el Renacimiento, músicos de la corte adaptaron estos ritmos populares. Sin embargo, en el pueblo, el ritual se mantuvo vivo: tras la misa de gallo, las cuadrillas, formadas por hombres con guitarras, laúdes y violines, iban casa por casa improvisando coplas para agasajar a las familias, que les abrían sus puertas y los invitaban a dulces o al producto de la matanza. Estas rondas tenían un fin principal: recaudar donativos para las cofradías de ánimas. El objetivo de estas hermandades, surgidas en los siglos XVII, XVIII y XIX, era encargar misas por el eterno descanso de sus difuntos. En una época en la que la esperanza de vida apenas alcanzaba los 40 años, la gente se jugaba la salvación en un paso muy rápido por la vida. "Se jugaba la salvación eterna, esto era un pase muy rápido, se pasaba por la vida muy rápidamente, 40 años, pues ya ves, y pero lo importante era ganar la gloria", detalla el cronista. Más allá de lo espiritual, las cofradías funcionaban como las ONG de la época. Asumían los gastos de entierro de los más humildes y ayudaban a las familias necesitadas cuando no existía la Seguridad Social ni el estado del bienestar. Socorrían a quienes, por un accidente laboral, no podían seguir trabajando, convirtiéndose en un pilar fundamental de la comunidad. Con el tiempo, la tradición ha evolucionado. Las cofradías de ánimas desaparecieron y las cuadrillas comenzaron a pedir para la parroquia. Hoy en día, según relata Sánchez, el ritual de ir casa por casa prácticamente se ha perdido. "Ya no se sale casa por casa, cantan en las misas, pero no, salvo alguna excepción", comenta. Ahora, las cuadrillas participan en encuentros de cuadrillas organizados en localidades como Molinos Marfagones o Tallante, algo que el cronista lamenta porque "se crean unos lazos muy especiales" con las visitas a los vecinos. Como recuerdo de aquellos tiempos, Sánchez comparte una anécdota. Si una casa no abría la puerta, la cuadrilla entonaba una letra tradicional con un toque de advertencia: "El aguilando te pido si no me lo quieres dar, dios quiera que se te seque la viña y el melonar". Esta copla, además, remite a un pasado en el que el cultivo de la viña era común en el campo de Cartagena, una estampa agraria hoy prácticamente desaparecida. En la pedanía de La Palma, la tradición se perdió tras la Navidad de 1962. Fue gracias al entonces párroco, Juan Pedro Fernández Conesa, que se impulsó su recuperación. No por el afán de recaudar, sino "por crear lazos de vecindad". Pepe Sánchez, en su primer trabajo etnográfico, grabó con un magnetofón a los antiguos y ya ancianos miembros de la cuadrilla para que cantaran de nuevo el aguilando. Gracias a ese esfuerzo, se transcribió la música y hoy el grupo folklórico local la ha grabado y la interpreta en diversos encuentros, manteniendo viva la llama de esta singular costumbre navideña.