En España, el debate sobre la sanidad pública y la privada se ha intensificado en los últimos años. Mientras la primera sostiene el peso de la atención universal con recursos cada vez más ajustados, la segunda se presenta como una vía rápida para quienes pueden permitírselo. Sin embargo, la experiencia real de los pacientes no siempre coincide con la percepción social. La psicóloga Angy Robles , que ha vivido ambas realidades en primera persona, aporta un testimonio que destruye muchos mitos. «Me he operado solo dos veces en mi vida: una ha sido en la pública y otra en la privada, y he visto unas diferencias que para mí han sido bastante abismales », explica en su cuenta de TikTok @priorizatuvoz. La joven cuenta que ha acudido a la sanidad privada desde pequeña debido a que su padre podía pagarla. Sin embargo, su última operación fue en la pública, lo que le permitió contrastar ambos servicios y desmontar sus propias creencias: « Hay gente que se sigue creyendo que por pagar te van a tratar mejor , y la verdad es que yo vengo un poco a desmontar ese mito ». Uno de los momentos que más le sorprendió ocurrió justo después de una intervención quirúrgica. En la privada, recuerda, la recuperación fue inmediata, quizá demasiado . «Cuando me operé, me desperté de la anestesia y esa tarde merendé y cené normal», relata. «Sin embargo, en la pública me dijeron que me podía sentar mal, que tenía que ir bebiendo agua poco a poco para ver si me sentaba bien, solo entonces podía empezar a comer. Luego me trajeron una manzanilla y la comida fue muy blanda». Para Robles, la comparación fue reveladora: « Estoy más a favor de lo que hacen en la pública , que es preparar al estómago poco a poco. Llevas un día sin comer y te has metido un chute de anestesia, no puedes hacerlo del tirón». La psicóloga también detectó diferencias en la organización del personal sanitario. « En la privada había una enfermera que se encargaba de todo : te tomaba la temperatura, te traía la cena, te ponía el medicamento…». En la pública, en cambio, cada profesional asumía una función concreta . No obstante, su experiencia más reveladora fue en urgencias . Robles convive con un trastorno de ansiedad y reconoce haber acudido muchas veces a las privadas, donde el procedimiento era casi automático: «Llegas, dices lo que te pasa, esperas diez minutos o menos, te ve el médico, te da Alprazolam y te manda a casa». En una ocasión, su estado fue tan grave que tuvieron que llamar a una ambulancia y acabó en urgencias públicas. Lo que encontró allí la dejó impactada: «Me miraban la tensión, el azúcar, me ponían el electro, me hacían lo del oxígeno en sangre, una analítica, me miraban la tiroides. Yo flipé». Como profesional de la salud mental, entendió enseguida la diferencia: «Obviamente me quedé muchísimo más tranquila . Cuando alguien llega con dolor en el pecho, tienen que comprobar que no sea el corazón. Pero yo estaba acostumbrada a que me dijeran que era ansiedad, Alprazolam y a casa». Su conclusión es clara y contundente: «Aunque la sanidad privada es muy rápida, la sanidad pública es mucho más eficiente. Solo necesitamos más recursos ». Robles no niega que la privada le haya salvado la vida, se muestra muy agradecida por conseguir que su cáncer no avanzara: «En 15 días tenía la resonancia, la ecografía, la mamografía… y a los otros 15 días me operé. Al mes siguiente empecé la quimioterapia. Eso en la pública no pasa». Pero, precisamente por eso, para que todo el mundo tenga las mismas oportunidades que ella, reclama que se refuerce la sanidad pública: « Eso le pasa a otra chica de mi edad que no se lo puede permitir y ¿qué hace? ¿Se muere? ¿Por qué yo sí tengo ese privilegio de estar viva y ella no, porque tengo dinero? Pues no me parece justo». «La realidad sanitaria es aterradora. No tengo más derecho que nadie a estar viva solo porque me lo pueda permitir. Todos tenemos el mismo derecho a una calidad de vida », reflexiona, antes de lanzar un llamamiento a la sociedad: «Tenemos que luchar por la sanidad pública, porque nos están llevando a todos a la privada. Nos están quitando el privilegio de vivir , literalmente».