A velocidad de vértigo

¡Ay la lotería de Navidad! Hubo un tiempo en que el operativo dispuesto en el periódico para el seguimiento del sorteo era de película teniendo en cuenta los medios disponibles y que internet no estaba a la orden día. A primera hora se encontraba en posición el frente alineado en la central más los múltiples comandos esparcidos por la provincia dispuestos para dar el salto allá donde se produjese el estallido. En el principio de la serie las imágenes de la borrachera de felicidad debían enviarse a través del bus, el taxi o un motorista entrenado al efecto. Estamos hablando de la edición extra que salía a la calle el mismo 22 y en cuya secuencia se hacía constar que la madre del cordero, o sea la lista, había sido tomada al oído. Cuanto más temprano salieran los premios mayores era el margen para hacerse con los protagonistas, antes se llegaba a los quioscos y de ese modo se incrementaban las posibilidades de agotar el papel. Era una de las grandes pruebas contra reloj sin dejar de reconocer que hoy sí que sería complicado dar con puntos de venta. Cuando la rotativa se ponía en marcha en torno a las dos, tres, cuatro de la tarde según se hubiese dado el recital de los niños de San Ildefonso ya rodaba el planning del 23, con una información extensísima alrededor de lo que buscarían los lectores intentando encontrar espacio con calzador para noticias de las secciones habituales a falta de hacerse con la auténtica reliquia: la lista oficial. Para ello, uno de los especialistas de Motor de la cabecera, experto en probar coches, se ha desplazado a Madrid y ha de traerla en hora de manera que la gran tirada, que en no pocos casos cuadraba la media anual, estuviese en hora. Y lo hace a velocidad de vértigo, una lotería. La realidad virtual puso fin a ese trayecto y ahora todos los participantes pasan a mejor vida o continúan con la que tenían sin mantener por unas ráfagas latidos de esperanza. En las redacciones se agradecen jornadas en las que de vez en cuando imperen novedades agradables. Ya ven. Los periodistas también tienen su corazoncito.