La erupción del volcán Hunga Tonga–Hunga Haʻapai, en enero de 2022, no fue una explosión volcánica más. Su potencia, alimentada por el océano, lanzó una cantidad inédita de agua marina vaporizada hasta la estratosfera, una región situada entre 10 y 50 kilómetros de altura donde los procesos químicos influyen directamente en el clima y la capa de ozono. Tres años después, los científicos confirman que parte de ese vapor sigue allí, con efectos medibles.