La guillotina pende sobre el cuarto primer ministro que ha tenido Francia en los dos últimos años. Si cae, las elecciones serán inevitables y la victoria de la ultraderecha, por descontada. Hasta ahora, Sébastien Lecornu no ha sabido dar con la tecla del acuerdo presupuestario por culpa, denuncia, de los “juegos políticos” de sus colegas. Él dice que está a otra cosa, a sacar el país adelante y “no a preparar elecciones”.