Sevilla. 8 de la tarde. El centro de la ciudad se llena de personas. Unos van a ver el gran espectáculo de luces. Otros, a disfrutar del alumbrado. Otras, recorren los belenes que hay repartidos por la ciudad o hacen las últimas compras. Frente a un árbol de Navidad de tres metros, lleno de luces blancas, azules y enormes bolas rojas, un equipo de COPE Andalucía, queda con Rosa. Tiene 35 años, y cuando le preguntamos qué ve, su respuesta es tajante: "Pues nada", responde con naturalidad. Rosa percibe la Navidad con otros sentidos. Escucha niños cantando villancicos, el ambiente, y los perfumes de la gente, que percibe "algo más dulces que en otras épocas del año". Para una persona ciega, el bullicio y los cambios constantes convierten el entorno en un desafío. "Que es muy hostil, es que cambia, es de repente", nos cuenta Rosa. Y es que el paisaje urbano se transforma en estas fechas y una aglomeración imprevista puede ser desconcertante: "la gente está viendo algo que hay ahí, pero tú no lo sabes". Rosa empezó a perder visión con solo 9 años, una situación que se agravó definitivamente durante la pandemia del COVID. Desde entonces, como ella misma afirma, tiene "otros ojos" que la guían. Esos nuevos ojos pertenecen a Súgar, su perra guía, una fiel compañera de color canela que porta un arnés con un mensaje claro: "No me toquen, que estoy trabajando". Súgar es su ancla en medio del caos, un faro de tranquilidad que le permite navegar por una Sevilla que, de otro modo, sería un laberinto de obstáculos. La perra, entrenada en Estados Unidos, obedece órdenes en inglés y se ha convertido en una extensión de la propia Rosa, su cómplice en cada paso que da por esta ciudad llena de luces, de música... y de obstáculos. Detrás de la autonomía de Rosa hay un trabajo fundamental: el de la ONCE. En su paseo la acompañan Andrea Sánchez, psicóloga, y Marta Fuentes, técnico de rehabilitación, dos profesionales que trabajan "en tándem". Andrea explica que "una de las principales dificultades que encontramos es el rehabilitar toda la vida, el reaprender a hacer las cosas, pero sin esa visión". Es una labor conjunta donde la parte técnica y la emocional van de la mano para que personas como Rosa recuperen la confianza y la independencia. El trabajo de Marta es clave para que Rosa pueda ampliar sus recorridos de forma autónoma. "Vamos trabajando ese tipo de itinerarios para que vaya ampliando su recorrido", detalla. Esto es especialmente importante en ambientes navideños, llenos de "obstáculos no habituales" como árboles o mercadillos. Marta también se encarga de estudiar la accesibilidad de las calles, comprobando qué referencias pueden ser útiles para la orientación o si el pavimento ofrece pistas táctiles que faciliten el camino. Por su parte, Andrea se enfoca en el soporte emocional, crucial para enfrentar entornos sobre estimulantes. "También trabajamos herramientas de gestión de la ansiedad, especialmente en ambientes así, como ejercicios de respiración", comenta la psicóloga. Mantener la calma y el hilo conductor no es fácil con tantos estímulos. Por eso, el trabajo cognitivo resulta fundamental para la seguridad y el bienestar de Rosa. El paseo continúa hacia la Plaza de San Francisco. Con la palabra"forward", Rosa activa a Súgar. Para ella, su perra es más que una guía; es su "Perrari", un vehículo de alta gama que la lleva segura por la ciudad. "La perra va salvando y si hay gente parada, pues, los esquiva, y, entonces, es mucho más fácil", asegura. La obediencia y la calma de Súgar son su mejor herramienta para sortear el gentío y los imprevistos de las calles abarrotadas. Además de su "Perrari", Rosa utiliza otros sentidos y herramientas. Lleva gafas de sol con filtros especiales, ya que la intensa iluminación navideña, aunque le beneficia para percibir luces, puede provocarle "mucho dolor de cabeza". Prefiere las calles estrechas y peatonales como la calle Sierpes, donde puede "escuchar el sonido de ambas paredes" y controlar mejor la amplitud del espacio. A su destreza sensorial se suma la tecnología. "Tengo mucha suerte de haber nacido en esta época", nos cuenta mientras va sorteando gente. Y es que gracias a las aplicaciones de navegación, su dependencia de la rehabilitación para orientarse ha disminuido: "si quiero ir un sitio, pongo mi GPS y llego a todos lados". Algo que otorga a Rosa una libertad hace unos años impensable. Durante el recorrido, surge una duda habitual: ¿Se puede interactuar con un perro guía? La respuesta depende del momento. "Si la persona está caminando, es mejor hasta evitar el contacto visual con el perro", aconseja Rosa. Sin embargo, la norma cambia si están parados. En una pausa, las caricias no solo están permitidas, sino que son bienvenidas. "Lo agradecemos, porque es que se lo merecen todo. Esas caricias se las merecen y se las han ganado". Súgar es muy consciente de todo lo que pasa a su alrededor. Y no duda en reclamar su recompensa. En un momento de calma, toca con el morro la mano de Rosa. "Me ha tocado como diciendo, dame algo, que me estoy portando muy bien", traduce Rosa entre risas: "Yo trabajo, pero también quiero cobrar", añade traduciendo lo que debe pensar Súgar. La conexión entre ellas existe desde que se conocieron. Un vínculo único entre ambas. Tras un largo paseo con Rosa, Andrea, Marta y Súgar, decidimos hacer una inversión sensorial para entender mejor cómo vive una persona ciega una tarde como esta. Con un antifaz que anula por completo la vista, la percepción del entorno cambia de forma radical. Los sonidos se agudizan: el murmullo de la Plaza de San Francisco se aleja, se oye a la gente que se acerca, el suelo se siente diferente. Con el antifaz puesto, la vulnerabilidad es absoluta. Esta experiencia permite entender el valor de cada indicación, cada sonido y cada textura que Rosa y Súgar procesan a cada instante. Al final del recorrido, volvemos al punto de partida. Estamos frente al árbol de Navidad donde nos encontramos hace unas horas. Sólo que ahora, todo ha cambiado. La percepción de lo que nos rodea lo hace todo diferente. Con los ojos tapados, no vemos nada. Rosa, en cambio, sí percibe algo: "aprecio delante una luz grande, que por donde estamos, imagino que será el árbol". Ese árbol lleno de luces y colores que Rosa percibe de otra forma a nuestro encuentro. Porque cae ya la noche y hay menos gente en la plaza. Nuestro paseo va tocando a su fin. Y ni que decir tiene, que para Súgar, la recompensa está asegurada: "Como todo trabajador, tiene su sueldo". (Un sueldo más que merecido).