Una semana bastó para que un grupo de ancianos recuperara los años que creían perdidos. Pruebas físicas y psicológicas demostraron que una inmersión al pasado puede ser incluso más efectiva que fármacos y suplementos para “rejuvenecer”. Aunque el experimento liderado por la psicóloga y escritora Ellen Langer tiene más de cuatro décadas, sigue siendo un referente sobre los múltiples factores que influyen en la longevidad y es prueba de que el tiempo también puede ser un lenguaje que el cuerpo interpreta a través del entorno y la percepción. El experimento del monasterio: una semana en los 50´sEl experimento sucedió en 1981. Ocho hombres mayores de 70 años se reunieron en las afueras de un monasterio ubicado en New Hampshire, un pueblo estadounidense ubicado en Nueva Inglaterra conocido por sus montañas blancas y bosques. Al entrar, se les dio una orden: fingir durante una semana que estaban viviendo, una vez más, en la década de 1950. Cuando se cerraron las puertas del monasterio se abrió otra época: sobre las mesas y repisas se encontraban números de Life y el Saturday Evening Post publicados en esos años. El televisor a blanco y negro transmitía los programas de aquel tiempo y en las charlas, se discutió sobre el lanzamiento del primer satélite estadounidense, la victoria de Fidel Castro en La Habana, Cuba y la necesidad de refugios antiaéreos en medio de las tensiones por la Guerra Fría, todo conversado en presente, como si lo estuvieran viviendo por primera vez. Se proyectaron películas como Anatomía de un Asesinato (1959) y en la radio vieja, además de los clásicos que marcaron el auge del rock and roll, sonaron partidos y competencias memorables. Cada detalle fue diseñado para recrear el entorno socio-físico de los 50’s bajo la dirección de Ellen Langer, la primera mujer en convertirse en psicóloga en la Universidad de Harvard. El objetivo de ella y su equipo era comprobar una hipótesis: las ideas fijas e internalizadas desde la infancia pueden afectar la forma en que las personas envejecen. Langer tenía investigaciones previas para sospecharlo: había demostrado quela pérdida de memoria (problema atribuible al envejecimiento) podría revertirse incentivando a los participantes con pequeños regalos o utilizando los recuerdos formando nuevos vínculos. Otro estudio realizado en colaboración con Judith Rodin confirmó que dar a cuidar una planta a los residentes de un asilo, sumado a un mayor grado de independencia para decidir sobre sus actividades cotidianas mejoró la salud física y psicológica e incluso aumentó la longevidad de los participantes. ¿Cuáles fueron los resultados?Al terminar aquella semana, se midió la forma en que se metabolizaron estas experiencias y se compararon con las mediciones llevadas a cabo antes y durante el retiro. El resultado: se revirtieronsignos de envejecimiento. La memoria mejoró, así como la destreza manual; aumentó la cantidad de actividad física realizada a diario y la autosuficiencia, pero lo más sorprendente fue que sus cuerpos parecían más jóvenes, según los resultados fisiológicos. Aunque los cambios fueron sorprendentes, el efecto duró poco. Al término del retiro, la burbuja se reventó. El grupo de los viejos rejuvenecidos salió el viernes por la tarde y para el lunes las nuevas mediciones habían regresado a los niveles anteriores. Años más tarde, en una entrevista para The New York Times, la también escritora y profesora confesó que no había enviado los resultados a ninguna revista por temor a que fueran rechazados debido a que se trataba de una muestra pequeña y con variables confusas.No obstante, su experimento marcó un precedente: casi 30 años después, el presentador y periodista de la BBC Michael Mosley replicó el experimento con ayuda de seis celebridades en una cápsula del tiempo ambientada en los años 1970. Los resultados fueron similares a los de Langer, incluso se documento como uno de los participantes que había llegado en silla de ruedas salió caminan con la única ayuda de un bastón. ¿Qué dicen los estudios actuales?¿Qué tanto depende el envejecimiento de la percepción propia y de los otros? El peso que tiene parece ser tan importante como el de las enzimas, los medicamentos, los nuevos tratamientos diseñados ante la obsesión por frenar su avance. Los estudios al respecto plantean que el proceso está influenciado por condiciones demográficas, económicas e incluso culturales y generacionales, por lo que la forma en que la gente lo asume puede regresar o adelantar el reloj. Un artículo publicado en European Journal of Ageingen septiembre de 2025 detectó que existe una doble vara para medir el inicio de la vejez: el primero está determinado por la sociedad y otro más por lo que, de forma personal, se define como “viejo”. También notaron que quienes fueron discriminados por su edad tendían a pensar que la vejez comenzaba antes, mientras que aquellos que decían sentirse más jóvenes respecto a sus años retrasaban la fecha del inicio de la vejez.Más allá del plano del pensamiento, la idea de cómo se ve la vejez parece tener efectos tangibles. Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud Jeffrey Cheah de la Universidad de Monash enMalasia,concluyó en 2024que existe una fuerte relación entre la percepción positiva del envejecimiento y una mayor calidad de vida.Además, un estudio publicado en BMC Nursing enfocado en 312 taiwaneses de más de 65 años encontró que la forma en que se aprehende esta etapa de la vida define lo que la gente hace durante ella. Aquellos que concibieron la vejez como un proceso asociado a las enfermedades y la muerte reducían su nivel de actividad física, aumentando así su fragilidad y el riesgo de sufrir caídas, enfermedades graves o pérdida de autonomía. LHM