La Navidad es Occidente

Es importante destacar qué es Navidad, cuándo comenzó a celebrarse y unas breves notas de historia. La Navidad es una de las celebraciones más importantes del cristianismo. El 25 de diciembre la Iglesia conmemora desde el siglo IV a.C. el nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, y simboliza valores como la paz, el amor, la esperanza, la familia y la solidaridad. El origen está en Belén (actual Palestina), donde nació Jesús. La celebración formal de la Navidad comenzó en el Imperio romano, especialmente en Roma, y desde allí se extendió por Europa y luego al resto del mundo con la expansión del cristianismo. La historia de Occidente no se entiende sin el cristianismo; ha sido su columna vertebral cultural, moral e institucional, dio coherencia cultural a Occidente. Tras la caída del Imperio romano, Europa quedó fragmentada. Sin la Iglesia es difícil imaginar una continuidad cultural europea. Fundó las instituciones clave. Muchas instituciones occidentales nacen o se desarrollan bajo influencia cristiana: universidades (París, Bolonia, Oxford), hospitales, escuelas, el Derecho Canónico, que influyó en el Derecho Civil... La idea de que el conocimiento merece ser preservado y transmitido es profundamente cristiana en Occidente. También moldeó el cristianismo la visión del ser humano. La dignidad intrínseca de la persona, la igualdad moral ante la ley o el valor del débil y del marginado proceden en gran medida de la antropología cristiana, no del mundo grecorromano clásico. Determinó el calendario, el arte y el lenguaje. El calendario occidental gira en torno a la Navidad y la Pascua. El arte europeo (románico, gótico, renacentista) es mayoritariamente cristiano. La Navidad es cristiana y el cristianismo se la ha regalado al mundo. Borja de Borbon Mateos. Madrid En estas fechas marcadas por la fiesta, las luces que iluminan las calles y los villancicos parecen recordarnos la alegría que muchos no sienten. La Navidad también puede ser tiempo de silencio: para quienes viven solos, para los mayores que apenas reciben visitas, para los jóvenes que no pueden volver a casa y para quienes ni siquiera tienen familia con quien compartir la mesa de Nochebuena o Navidad. La soledad no distingue edades ni lugares; nos atraviesa a todos, especialmente en una sociedad donde las redes sociales muestran solo fiestas perfectas. Frente a ello, bastan pequeños gestos, como una llamada, una visita o una simple invitación. Hay que recordar que detrás de cada ventana hay alguien esperando un poco de compañía. Estas fiestas podrían ser más que regalos y adornos, una oportunidad para reconectar con los demás y sentir el calor de estar acompañados. Cada gesto cuenta y puede hacer que alguien se sienta menos solo. Julia Galera Alende. Madrid