Felipe VI volvió a refugiarse en el habitual discurso navideño en los grandes consensos para interpelar a una España que, medio siglo después del inicio de la Transición, parece vivir instalada en una fatiga democrática que el propio monarca reconoce, pero que su mensaje apenas logra iluminar. En su tradicional discurso de Nochebuena, el rey español reivindicó aquel proceso histórico como un ejercicio colectivo de responsabilidad y coraje, una evocación que funciona tanto como recordatorio institucional como síntoma de la dificultad para ofrecer respuestas nuevas a problemas persistentemente actuales. Eso sí, una vez más obvió condenar los cuarenta años de la dictadura franquista.