Son dos de las medidas más comunes y presentes en cualquier hogar, pero casi nadie conoce su origen. ¿Por qué una botella de vino contiene 750 mililitros y una lata de refresco 330 mililitros? El sumiller Juan Muñoz, expresidente de la academia de sumillería de España, ha desvelado el misterio en la sección 'el porqué de las cosas' del programa “La Noche de Adolfo Arjona”, que se emite en COPE en la madrugada del domingo al lunes a partir de la 1:30 h. La respuesta combina herencia histórica, antiguas unidades de medida y estrategias comerciales. Contrario a lo que se podría pensar, la estandarización del tamaño de la botella de vino tiene un fuerte componente británico. Según explica Muñoz, los ingleses fueron los grandes impulsores de vinos como el de Burdeos, Oporto y Jerez. "Burdeos no es un vino francés, es un vino inglés; vino francés es el borgoña", aclara el experto, subrayando la importancia del mercado británico como principal cliente, especialmente para las bodegas de Burdeos. La clave se encuentra en las antiguas unidades de medida anglosajonas. La unidad oficial desde 1824 era el galón imperial, equivalente a 4,545 litros. Las barricas de Burdeos, de 225 litros, contenían 50 galones, y de cada galón se obtenían exactamente seis botellas. "Un galón equivale a 6 botellas de 75, 6 botellas igual a una caja. Esto fue así de simple", detalla Muñoz, explicando cómo la logística y la exportación cimentaron un estándar que perdura hasta hoy. A esta explicación histórica se suma un factor humano y artesanal. Antes de la fabricación industrial, las botellas se hacían a mano, y su tamaño dependía de una sorprendente variable: la capacidad pulmonar de los sopladores de vidrio. "Un soplador fuerte aguantaba, por ejemplo, el tamaño estándar de 750", señala el sumiller, confirmando que la fuerza de los artesanos fue determinante para fijar la medida de forma natural. La oficialización de la medida llegó más tarde, consolidándose a partir de momentos clave como la Exposición de París y la creación de la jerarquía de los vinos del Médoc en 1854 bajo el mandato de Napoleón III. Pero incluso antes, el tamaño ya era una referencia, pues se dice que en el siglo XVIII, el rey Luis XIV decretó la cantidad de vasos que debía contener una botella. Esta tradición también revela diferencias culturales: "En Francia salen 8 copas de una botella de vino, en España 6, o sea, somos más generosos", comenta Muñoz. En el caso de los refrescos y las cervezas, la historia es diferente. La medida de 330 ml, equivalente a un tercio de litro, no responde a una herencia tan antigua, sino a una imposición mercantil, principalmente estadounidense. El origen está en el mundo de la cerveza y su introducción en mercados como el español, donde el sabor amargo no era popular. Para acostumbrar el paladar, la cerveza comenzó a venderse en dosis pequeñas, como el quinto (aproximadamente 200 ml), antes de evolucionar hacia el tercio. "Nuestros sabores, este, a partir de ahí, el amargo tenía que ir en pequeñas dosis, en quintos, luego se evolucionó al tercio", explica el experto. Esta medida se demostró práctica para un consumo rápido, para optimizar el espacio en los refrigeradores y, finalmente, fue adoptada por la industria de los refrescos.