La Navidad, entendida como la festividad del nacimiento de Jesucristo, es un tiempo de recogimiento, de rituales y de intensificación simbólica de la vida. Un tiempo de pausa y, si es posible, de silencio, muy adecuado para acercarse al pensamiento del filósofo coreano Byung-Chul Han , Premio Princesa de Asturias . En su obra, Han defiende la necesidad de la inactividad, del tiempo no instrumentalizado y de la detención frente a la desmesura de una sociedad orientada al rendimiento, la utilidad permanente, la comunicación constante y el exceso de productividad que caracteriza la vida moderna. En este sentido, su pensamiento dialoga de forma reflexiva con aquello que estas fechas aún nos ofrecen. En una época en la que nos falta tiempo para pensar debido a la aceleración y la hiperactividad, a la saturación informativa y al exceso de estímulos, Byung-Chul Han nos lo pone fácil , pues a través de obras como 'La sociedad del cansancio', (Herder) 'La sociedad de la trasparencia', (Herder), 'Vida contemplativa', (Taurus), 'La agonía del Eros', (Herder), 'Infocracia o No-Cosas', (Taurus) entre otras, nos ofrece un análisis certero para entender qué le está ocurriendo a nuestra sociedad, ayudándonos a restituir la atención hacia aquello que de verdad importa. En su elogio de la inactividad y de la vida contemplativa, Byung-Chul Han defiende que la crisis presente consiste en que todo lo que podría darle sentido y orientación a la vida se está derrumbando. La vida ya no se apoya en nada resistente que la sostenga. Es decir, la vida nunca había sido tan frágil, tan inestable. Nada permanece, nada ofrece un apoyo duradero. Desde esta perspectiva resulta comprensible que en el s. XXI, una época marcada por la sobreabundancia, como ninguna otra en la historia, suena paradójico que el mal característico de nuestro tiempo sea la depresión. Para explicarlo, en La sociedad del cansancio, Han se apoya en los estudios sociológicos del francés Alain Ehrenberg (1950), quien sostiene que la depresión se extiende cuando la sociedad deja de imponer normas externas y pasa a exigir que cada individuo se construya a sí mismo. Ya no se trata de obedecer, sino de rendir, de ser autónomo, exitoso y siempre capaz. El sujeto deprimido no fracasa por prohibiciones, sino por agotamiento. No está a la altura de la exigencia permanente de tener que convertirse en sí mismo. También en las causas de este mal casi pandémico, debemos poner el foco en la carencia de vínculos sociales en una vida hiperdigitalizada que abre otra crisis en la acción comunicativa y acentúa la soledad. En la acción comunicativa es necesario ser cuestionado por el otro, escuchar y reflexionar para enriquecer nuestra propia opinión. Tiene que haber un intercambio de ideas para no caer en el dogmatismo. «La desaparición del otro significa el fin del discurso». En unas fechas de amor sagrado y familiar, es además un buen momento para repensar las condiciones necesarias del amor verdadero. En un tiempo en el que, según 'La agonía del Eros', vivimos su erosión, se hacen visibles fenómenos como el hiperindividualismo, el narcisismo y la perdida de la alteridad. Han también señala cómo la pornografía ha profanado al Eros: «Solo el amor consigue que lo erótico, el sexo no sea exposición, sino ritualización, por cuyo medio se mantiene, en la desnudez misma, el misterio del otro que la exposición contemporánea convierte en banalidad consumible». Todo ello está impidiendo hoy la experiencia amorosa y también la erótica, tal como se daba en otros tiempos. El amor verdadero implica un desprendimiento del yo, un salirse de sí mismo que se entrega al otro. Sin embargo, el otro se ha convertido progresivamente en un objeto, y el deseo erótico parece haberse desvanecido bajo la sobreexposición, la sociedad de la trasparencia y la perdida de misterio. El filósofo francés Emmanuel Levinas, en Totalidad e infinito, (Ediciones Sígueme) en 196, describía el deseo erótico, no como posesión ni conocimiento, sino más bien como un velar y desvelar, ofrecerse velándose y desvelarse sin dejar nunca de ocultarse. Se trata de una proximidad que conserva el secreto, y el misterio del otro. Leer a Byung-Chul Han en Navidad es una invitación a detenernos, a apartarnos momentáneamente del ruido, de la productividad constante y de la exposición permanente, tan propias de nuestra época. Es un ejercicio intelectual de reflexión, con grandes beneficios, que nos ayuda a recuperar el sentido de lo esencial, en el tiempo compartido, en afianzar los vínculos, y en el cuidado del otro. Todo ello en aras de una vida menos acelerada y más contemplativa, capaz de restaurar el amor, el deseo y la palabra, despojándolos de toda forma de utilidad o rendimiento.