Un Jesús para todos

La Navidad me da nostalgia. No puedo evitar pensar en la sucesión curiosa de símbolos que unen varias etapas de mi vida y varias generaciones, pues mis padres también veían esa pléyade de pinos, renos y nieve artificial. Es curioso: todos estos símbolos corresponden literalmente al otro lado del mundo donde anunciaban el solsticio de invierno y, por lo tanto, el día más corto del año. Este evento era celebrado con pinos y muérdagos que sobrevivían los cambios estacionales. Aquellos símbolos buscaban ser propiciatorios para que el sol siguiera alumbrando aún en el invierno. Llama la atención cómo esos viejos símbolos de antaño persisten en nuestro hemisferio sur donde, por el contrario, atravesamos un caliente verano y tenemos a un ejército de personas disfrazadas de Papá Noel derritiéndose de calor en esos trajes polares. Ritos de otras épocas, de otros espacios y otros climas caracterizan nuestra ya globalizada y comercializada Navidad.