El día de hoy es un día sin par. En un humilde pesebre, en Belén, hace 1.925 años, vino el milagro de la vida, un niño llamado a ejercer sobre los hombres una influencia tan honda e ilimitada que no solo desplazó en alcance a cuanto habían hecho en conjunto la totalidad de las generaciones que, hasta entonces, habían poblado la Tierra, sino que se proyecta todavía fresca y deslumbradora como perenne antorcha de sublime perfeccionamiento humano. Vino aquel niño admirable que nació bajo la luz de una estrella proclamadora del gran suceso y guía de los reyes.