Entre bambalinas de 'El Cascanueces': el presente y el futuro de la danza conquistan su sueño en puntas

Alana González camina hacia el Centro de Arte Tomás y Valiente con una bolsa en su hombro izquierdo y una funda circular en el otro. Mientras que el resto de sus compañeros del colegio descansan un domingo por la mañana, la joven de 14 años se dirige a encarar su último Cascanueces junto a su escuela José Antonio Checa Ballet . «No creo que sea un sacrificio sobre todo porque pienso que vale mucho la pena ensayar algo que me gusta porque es a lo que me quiero dedicar. Me gusta saber que estoy ensayando para que el público pueda disfrutar del día de la actuación». A pesar de su joven edad, Alana habla con la madurez de quien ya es consciente del arduo trabajo del bailarín, de la disciplina que conlleva desde bien pequeña, pero que no es incompatible con el disfrute. « Que los chicos tengan la oportunidad de estar encima de un escenario durante su etapa formativa, interpretando uno o varios papeles dentro de un ballet completo , les proporciona todo lo necesario para su futuro profesional. La repetición de actuaciones escénicas es fundamental para el desarrollo integral de los estudiantes, les ayuda a explorar distintas emociones, personajes y estilos, contribuye al perfeccionamiento de su técnica, ayudando a afianzar los movimientos y la coordinación», explica su director, José Antonio Checa Ballet. La ilusión se respira en el ambiente. Hay pequeños bailarines desde 7 años hasta los 20. Mientras que los mayores son más conscientes de lo que tienen que hacer en escasos minutos en el escenario, los más pequeños disfrutan de estos instantes con inocencia. Algunos de ellos juegan a las cartas, otros se maquillan y hay quienes prefieren concentrarse escuchando música. Alana termina de ponerse su gran lazo azul y su tutú. Interpreta a Masha, la protagonista de esta obra, un papel que ya tuvo la suerte de hacer el pasado año. « Lo más difícil es la parte de la pantomima porque mientras que estás expresando , sobre todo en una parte como la aparición de los ratones, es muy importante que puedas hacer sentir al público lo que el personaje de Masha siente en ese momento, asustándose porque es una niña muy delicada, que se asusta muy fácilmente, además ella es un poco tímida», cuenta. Son 70 alumnos los que participan en este ballet. Los estudiantes han recorrido distintos teatros de la Comunidad de Madrid para hacerlo, compaginándolo con las clases diarias de danza , la preparación de concursos internacionales, otras funciones en el Auditorio Nacional y el estreno de 'Rasputín: La sombra de la corona', de Alessandro Alfonzetti . «Todo se consigue con mucha organización, horas extra y mucho esfuerzo, y el de los padres que apoyan a la escuela y sus proyectos, a los cuales estamos tremendamente agradecidos. Nos gustan los retos y queremos ofrecer a nuestros alumnos todas las herramientas posibles para que consigan su sueño y puedan tener los recursos necesarios para entrar en una compañía de primer nivel», confiesa Checa con convicción. Aunque Tchaikovski no solo suena en Fuenlabrada. En el Real Teatro del Retiro, el 'Vals de las flores' también retumba entre sus paredes. En el escenario está ensayando Carlota Yung Mejías, alumna de la escuela de ballet África Guzmán. La joven marca las posiciones en el escenario mientras su maestra, María Europa Guzmán, indica las últimas correcciones antes de la función. «Tengo que estar muy atenta a la música para no irme de tiempo», explica tímidamente la joven. Su jornada ha empezado hace ya unas horas, con una clase de calentamiento. África Guzmán Dance Project , en colaboración con la escuela, se prepara para este espectáculo que han tenido que hacer hasta en diez ocasiones en apenas una semana. Para ello, los maestros han tenido que repartir a los alumnos en distintos elencos. «Ya les conocemos a todos y cuando empiezas a trabajar en septiembre ya vas analizando lo que cada uno mejor puede realizar. Hemos dado la oportunidad de que una misma persona haga diferentes roles , sean más activos y no se queden monótonos en un solo personaje», explica María Europa Guzmán. La c lase de calentamiento que realizan antes de los ensayos y posterior función está a punto de empezar. «¿Cómo andamos de cuerpo?», pregunta la maestra mientras los jóvenes se van colocando en las barras. En la función de esa tarde participan 34 alumnos, aunque son 50 los que están en el proyecto en sí. Conforme avanza la clase, los jóvenes van quitándose los calentadores y las sudaderas hasta quedar en maillot. «Meterse en el papel de Clara es un reto porque es una niña pequeña y cambia mucho de emociones, a veces está contenta y a veces triste porque le rompen el cascanueces», cuenta Carla Reviriego, que participa en el proyecto y hace el papel principal. « La parte interpretativa es bastante complicada porque ellos están acostumbrados desde pequeños al trabajo técnico , pero cuando tienen que hacer ese trabajo y además interpretar un personaje, eso lleva su trabajo bastante complicado. Esto se trabaja a diario, no hay una clase específica para ello, tienes que ir gestionándolo y midiéndolo», explica la maestra, que junto a su hermana África Guzmán, ha coreografiado este ballet, que es original de Lev Ivánov. Todo niño que quiere ser bailarín sueña con bailar 'El Cascanueces'. Mateo Clarke, que estudia fuera de España, pero ha aprovechado esta oportunidad en la escuela de África Guzmán, siempre tuvo claro que quería bailar y recuerda la primera vez que vio 'El Cascanueces'. Porque lo bailó. « Me acuerdo perfectamente. Fue con una compañía rusa en el Teatro Gran Vía y me tocó hacer de niño pequeño y de ratón, fue una gran experiencia. Ahí me di cuenta de que quería ser bailarín », confiesa emocionado. Ahora, hace de Cascanueces, uno de los papeles principales del ballet. Si algo bueno tiene 'El Cascanueces' es la oportunidad de papeles que ofrece para los bailarines. Además, mientras que muchos de los ballets cuentan con más roles para mujeres que para hombres, esta obra ofrece la posibilidad de que los varones puedan lucir su técnica e interpretación. Mientras que Alana termina de maquillarse, a su lado está Óscar Tristán , que hace de su hermano Fritz en el ballet y, más tarde, bailará con ella un paso a dos. «Tengo que estar atento también para preparar el vestuario con los cambios rápidos y tener localizados los objetos que utilizamos en el primer acto como las espadas o los caballos de juguete», explica mientras se pone laca en el pelo. Una compañera le ayuda a enfundarse el traje mientras lleva su caballo y su espada al escenario. Alana y Óscar son el futuro de la danza. A sus espaldas llevan premios y reconocimientos, como ser dos de los mejores concursantes del Youth American Grand Prix o, en el caso de Alana, formar parte del programa internacional del Royal Ballet School . « No considero para nada un sacrificio todo el esfuerzo que hago para compaginar todo . Es un regalo, no muchos niños tienen la oportunidad de bailar en tantos escenarios ni de poder dedicar tanto tiempo a lo que les gusta. Creo que vale totalmente la pena dedicar tanto tiempo al ballet, dado que es lo que me gusta y lo que me hace más feliz», asegura Óscar. Otros, como Mateo, que está terminando de estudiar en Alemania, ya son el presente. «No imaginaba bailar 'El Cascanueces', pero sí que lo soñaba. Ahora estoy centrado en cumplir mi sueño. Me gustaría poder bailar en alguna compañía de Estados Unidos», cuenta con seguridad. «Yo igual no tan lejos, Europa está bien», cuenta entre risas Carla. África Guzmán Dance Project busca ayudar a los chicos que acaban de terminar sus estudios y buscan colocarse en compañías. «Entre el mundo académico y el mundo profesional, los alumnos tienen un vacío que hemos tratado de paliar creando una pequeña compañía donde ellos hacen estas prácticas. La clase es una preparación física y técnica, pero necesitas el escenario y resolver cada día una circunstancia», explica María Europa Guzmán. Cuando José Antonio Checa estudiaba en la prestigiosa Academia Vaganova de San Petersburgo, tuvo la oportunidad de bailar 'El Cascanueces' en el Teatro Mariinsky . Hoy es él quien precisamente imparte los conocimientos que adquirió allí a través de esa versión de Vasily Vainonen a sus alumnos. «Mi sueño es crear una escuela española que refleje la excelencia y la tradición de la Academia Vaganova, pero aquí, en Madrid. Sé que suena ambicioso, pero estoy profundamente orgulloso de mi equipo. Juntos, compartimos un objetivo claro y una visión común de hacia dónde queremos ir. Lo que trato de transmitir a mis alumnos es todo lo que aprendí en San Petersburgo: el respeto por esta profesión, el amor y la pasión por la danza, la disciplina y el compromiso necesarios para ser bailarín, así como la perseverancia y la apreciación del arte. Valoro enormemente el esfuerzo que ponen en su formación, porque en estos tiempos, contar con jóvenes luchadores que dediquen más de cinco horas al día para forjar su futuro es algo excepcional. Me siento inmensamente afortunado de tener la oportunidad de pasarles el testigo», confiesa con convicción José Antonio Checa. La escuela de ballet África Guzmán celebra setenta años de vida en la capital. A lo largo de estos años, miles de alumnos han pasado por sus aulas y algunos han dado el salto a la vida profesional y forman parte de compañías como Cristina Casa, primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza. "Es muy gratificante ver cómo crecen y consiguen su sueño", comenta María Europa. Gestionar una escuela no es fácil, toca lidiar con horarios, cambios, imprevistos, padres, alumnos... "Vale la pena porque pones tanto amor desde el principio, y luego ves cómo te siguen, cómo la gente se entrega al 100%. Eso te deja muy orgullosa, porque aunque es mucho trabajo, cuentas con un montón de gente y familias, sobre todo de los más pequeños que vienen acompañados. Y lo mejor es que nadie protesta; al contrario, creo que todos están encantadísimos de poder participar. El reto principal es conseguir el éxito que necesitamos, que todo funcione y que todo lo que hemos trabajado dé los frutos esperados ", confiesa emocionada. Hay algunos, como José Antonio Checa, que aunque su proyecto cuenta con solo ocho años de vida, ya ha cosechado frutos. A lo largo de este tiempo, ha visto como sus estudiantes ingresan en prestigiosas escuelas como la Academia Vaganova de San Petersburgo, el Royal Ballet School, el English National Ballet School , o en compañías de renombre internacional como la Ópera de París, el Ballet Nacional del Sodre de Uruguay, el Ballet Nacional de Grecia o el Ballet Nacional de Irlanda. "En JacBallet nos esforzamos por mantener altos estándares porque sabemos que la danza es un arte que merece ser tratado con seriedad y dedicación. Queremos que nuestros estudiantes se sientan orgullosos de su trabajo, y eso implica muchas horas de ensayo y el deseo de estar a la altura de las grandes escuelas europeas. Aunque lo más satisfactorio de este proceso es ver la felicidad en los rostros de nuestros alumnos durante los espectáculos. Cada sonrisa, cada paso bien dado, cada ovación del público nos recuerda que a pesar del esfuerzo el trabajo en equipo da frutos. Es asombroso observar su crecimiento no solo como bailarines, sino también como personas".