Cuando miro a mis hijos, entiendo por qué es tan urgente proteger la infancia. Hay momentos en los que los observo, sus ojos curiosos e inocentes y su forma de descubrir el mundo con asombro y sin miedo, y me pregunto si estamos –si estoy– haciendo lo suficiente por ellos y, consecuentemente, por todos los niños y niñas. Ser madre cambió mi forma de ver y juzgar sus necesidades y sus derechos; dejaron de ser puntos y objetivos recogidos en un documento internacional para convertirse en algo vital, orgánico y urgente. Desde que soy madre me duele como propia cada injusticia y agravio a un menor en cualquier parte del mundo. Desde que soy madre he aprendido tantas cosas importantes.