Hay un momento del año en el que la casa empieza a pedir algo distinto: más abrigo, más calidez, más sensación de hogar. Y pocas cosas transforman tan rápidamente el vocabulario de una estancia como un textil bien escogido. Un cojín nuevo cambia la conversación del sofá, una manta suave invita a quedarse un ratito más, una mesa bien vestida que introduce, casi sin querer, un pequeño guiño festivo en cada comida. Los textiles hablan de estaciones, de estados de ánimo y, sobre todo, del tipo de Navidad que queremos vivir: una tradicional en rojos, verdes y dorados; una nórdica en azules y neutros; una más irreverente con colores y materiales inesperados o una Navidad campestre, inspirada en los tonos del otoño. Basta con incorporar un sencillo textil para que el ambiente cambie de piel sin necesidad de hacer grandes movimientos.