De todos los enigmas contemporáneos, ponerse el labio superior leporino (¿no se dan cuenta?) y estar ciego a las seis de la tarde son los que mayormente me confunden. No es que los censure, porque aquí somos de aceptar todos los modelos de familia, pero eso de parecer que te ha picado un insecto tropical en la jeta -cuando es cosa de estética- o de andar morado a la hora del café constituyen verdaderos prodigios que uno ni imaginaría. Sí, amigos, podemos decir que hemos superado la Tardebuena. Traumado como un usuario milenial de ChatGPT, cierto, pero de una pieza.