Detectar la enfermedad de Lyme de manera temprana ha sido durante décadas un desafío para médicos y pacientes. Los síntomas iniciales, como la clásica erupción en forma de diana, solo aparecen en una minoría de casos, mientras que las pruebas de anticuerpos suelen fallar durante las primeras semanas de infección, dejando a muchos pacientes sin un diagnóstico claro y aumentando el riesgo de complicaciones graves.