Creer en la Navidad

No hace falta creer para percibir que Jesús entró en la historia para transformarla. En nuestra esquina del orbe nos venimos desarrollando desde entonces bajo la tutela de la cristiandad. Hemos configurado un modelo de civilización que nos ha traído desarrollo y prosperidad. El panorama de aquel entonces, con el dominio del Imperio romano, no se me antoja, no obstante, que fuese muy distinto del de hoy, salvando, por favor, obvias diferencias. Nos hemos beneficiado de inventos. Hemos evolucionado a raudales. Apenas si hemos avanzado, sin embargo, en nuestro amor y generosidad: egoísmos, intereses, liderazgos sátrapas proliferan, tanto ayer como hoy. Habría de ser la Navidad un magnifico instante de reflexión respecto a en qué lado situarnos. Creo que no con el campeón mundial de la paz que se hace autopropaganda con pactos, en tanto se forra con armas que, vía Israel o Emiratos, arrasan en el 95 por ciento de los casos a los miserables de Gaza o Sudán. Desde la libertad de cada cual es momento de permitir que Jesús irrumpa en nuestras vidas. Transigir con que riegue nuestra espiritualidad con su modelo, creamos o no. Asentir configurarnos mejores con nuestro entorno y la colectividad. La unidad suma. El olvido nos adentra en el egoísmo y la individualidad. Construir requiere de consensos y unidad. Cuando la clase política muta el bien común por el partidismo; cuando el verbo populista nos nubla la mirada, tanto ayer como hoy, es momento de abrirnos al bien que nos inspira el Redentor. Creamos o no, hagamos introspección junto al pesebre, hasta configurar nuestra cara amable de la vida, cuando menos para poder desterrar el lado más opaco de nuestra existencia. Abracemos a la Navidad, hasta casi fundirnos en el amor a los demás. Creamos o no, dejemos abierta la puerta a nuestro modo de mirar y relacionarnos. La Navidad es un excelente momento para tal. Enrique L. de Turíso. Vitoria (Álava)