Negra, porosa, sin suelo y casi sin nutrientes. La lava recién enfriada parece el último lugar donde buscar vida. Y, sin embargo, eso es exactamente lo que un equipo de investigadores ha visto en Islandia: bacterias y otros microorganismos estableciéndose sobre coladas volcánicas que llevaban apenas horas frías. No es una anécdota exótica. Es un patrón que empieza a poder medirse y, con él, a entenderse.