La reciente noticia de la guerra abierta entre Netflix y Paramount por hacerse con Warner Bros., en una operación que podría superar los cien mil millones de dólares, es un síntoma muy revelador de nuestro tiempo. Nunca antes la industria del entretenimiento había alcanzado semejante poder económico y cultural. Y, sin embargo, lo más inquietante no es la magnitud del negocio, sino la facilidad con la que las masas se entregan a él. Vivimos inmersos en un océano de pantallas que dictan los temas de conversación, moldean imaginarios y terminan, casi sin darnos cuenta, ocupando el lugar que en otro tiempo pertenecía a la propia vida.