El pescado que se come en Asturias por Navidad y sirve para lijar los barcos: "No puede faltar en la mesa"

Existe un pescado típico de Asturias que no todos conocen, un manjar que protagoniza las mesas navideñas de algunas familias y cuya piel se puede usar para lijar los barcos. Se trata del curadillo, un tesoro gastronómico de Cudillero, una de las villas marineras más bellas de Asturias, y cuya historia ha desvelado en COPE Asturias, Isabel Fernández, nacida en la villa pixueta y una maestra de los fogones en el restaurante Las Malvinas que dirige junto a su marido José Emilio en San Juan de la Arena (Soto del Barco). El curadillo ahora es un tesoro, pero llegó a ser lo único que había en las mesas pixuetas durante el invierno, cuando los marineros no podían salir a faenar y había poco que comer. Es una receta de supervivencia muy antigua, elaborada con pequeños tiburones como el glayo que se dejan secar al sol y al viento durante meses. "Antiguamente, los pescadores se iban muchos días a faenar y tenían que llevar comida que aguantara durante bastante tiempo", ha explicado esta cocinera natural de Cudillero pero con restaurante en San Juan de la Arena. De esta manera, este pescado seco se convirtió en un símbolo de la gastronomía pixueta y en un plato que ha pasado de generación en generación. La piel del curadillo, una vez seca, queda tan tensa, seca y dura que se convertía en una herramienta útil para los marineros. Según relata Isabel, "la parte de atrás servía para lijar los barcos y las lanchas de los marineros, y la parte delantera es lo que se cocinaba". El aceite extraído de su hígado también se aprovechaba para la iluminación. Para poder consumirlo, el pescado seco necesita una cuidada preparación. Primero, "se pone a remojo unas 24 horas y luego se escalda en agua caliente para quitarle la piel y toda esa lija". Una vez hidratado, el curadillo se transforma en un guiso sabroso que, como detalla Isabel, "se cocina como una carne guisada, muy despacito, con jamón y chorizo y unas guindillas". Isabel Fernández, que aprendió el proceso de su madre y sus vecinas, reivindica con pasión estas elaboraciones tradicionales. "Son recetas de las abuelas, de las bisabuelas, y a mí me encantan", afirma. Aunque se puede comer todo el año, el curadillo tiene un lugar especial en fechas señaladas. Era muy popular en Semana Santa, "como no se podía comer carne, en las casas de mi pueblo se hacía muchísimo". Para Isabel, es un imprescindible de las fiestas navideñas: "En Nochebuena, no puede faltar en mi casa", ha explicado. Conseguir este manjar no es tarea fácil. Quien quiera probarlo debe ir exclusivamente a Cudillero, pero no lo encontrará en las pescaderías ni en ninguna tienda de alimentación. Sí lo puedes ver colgado junto a las casas para secar por completo la piel y la carne. Isabel lo consigue a través de familiares que le guardan varias piezas para poder degustarlo en Navidad. Se trata de una tradición que se mantiene viva en el corazón de las familias pixuetas, un tesoro culinario que no está al alcance de cualquier persona.