Durante décadas fue una predicción incómoda, elegante y casi imposible de comprobar. Los agujeros negros supermasivos, esos objetos que gobiernan el corazón de las galaxias, podían —en teoría— ser expulsados violentamente y quedar a la deriva en el espacio intergaláctico. Hoy ya no es solo una idea. El telescopio James Webb acaba de ofrecer la primera confirmación directa de que este escenario extremo ocurre de verdad.