La ciencia española halla la clave para vencer a la bacteria estomacal más común del mundo

Más de la mitad de la población mundial tiene un huésped silencioso en su estómago: la bacteria Helicobacter pylori. Aunque para muchas personas pasa desapercibida, esta infección crónica es una de las más comunes en humanos y puede provocar gastritis, úlceras pépticas y, en los casos más graves, aumentar significativamente el riesgo de desarrollar cáncer gástrico. Su tratamiento es fundamental para evitar complicaciones, pero presenta un obstáculo importante: el fracaso terapéutico. Hasta ahora, los tratamientos para erradicarla fallan en aproximadamente un 25% de los casos, un problema que, según los expertos, se debe principalmente a la resistencia a los antibióticos. Para dar respuesta a este desafío, un equipo de científicos españoles liderado por el Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha desarrollado un innovador método basado en la genómica que promete revolucionar la forma en que se combate esta bacteria. La nueva técnica se aleja de los métodos tradicionales, que requieren cultivar la bacteria en el laboratorio, un proceso lento y complejo. En su lugar, los investigadores se centran en el material genético del microorganismo. “En nuestro proyecto analizamos el ADN genómico de la bacteria para detectar si es resistente a ciertos antibióticos. Empleamos la secuenciación genómica para identificar mutaciones específicas que indican resistencia”, explica Iñaki Comas, profesor de investigación del CSIC en el IBV y líder del estudio. Este enfoque ha demostrado una eficacia sin precedentes. “El estudio ha demostrado que es posible predecir con un 100% de precisión la resistencia a claritromicina y levofloxacino, dos antibióticos clave en el tratamiento de Helicobacter pylori”, subraya Francisco José Martínez, investigador doctoral en el IBV-CSIC y uno de los autores principales del trabajo. Gracias a estos hallazgos, el equipo ha podido crear un completo catálogo de mutaciones genéticas que permite un diagnóstico rápido y certero sin necesidad de cultivos. El método convencional para probar la resistencia de la bacteria, conocido como cultivo bacteriano, siempre ha sido un reto para los laboratorios. Este proceso no solo es difícil de realizar en el caso de H. pylori, sino que sus resultados a menudo son difíciles de replicar, lo que puede llevar a diagnósticos imprecisos y a la elección de un tratamiento inadecuado para el paciente. “La principal ventaja de este método es que evita realizar el cultivo de la bacteria, muy difícil de realizar en el caso de Helicobacter pylori”, asegura Álvaro Chiner, investigador en la Fundación para el Fomento de la Investigación Sanitaria y Biomédica de la Comunitat Valenciana (Fisabio) y también autor principal. Aunque se necesita una muestra para obtener el genoma, “no es necesario hacer cultivos adicionales para identificar resistencias, lo que ahorra tiempo y recursos”. La aplicación de esta técnica podría tener un impacto inmediato en la práctica clínica. “[Esta tecnología] puede utilizarse en el diagnóstico clínico para seleccionar el tratamiento más adecuado desde el inicio”, razona Iñaki Comas. La progresiva implantación de la secuenciación genética en hospitales, acelerada a raíz de la pandemia de covid-19, facilitaría la integración de este tipo de análisis para H. pylori, permitiendo una medicina más personalizada y efectiva. Más allá del tratamiento individual, el método es una poderosa herramienta para la salud pública. “También es útil para la vigilancia epidemiológica de la resistencia a antibióticos y para el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas”, añade Comas. A largo plazo, los investigadores confían en que este avance contribuya a reducir el fracaso terapéutico y a mejorar el control de las infecciones por Helicobacter pylori en todo el mundo. El estudio, publicado en la prestigiosa revista The Lancet Microbe, es fruto de un consorcio internacional en el que han participado, además del CSIC y Fisabio, instituciones de Francia, Japón y Estados Unidos. El proyecto ha contado con financiación del Consejo Europeo de Investigación (ERC) y del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, consolidando el liderazgo de la ciencia española en la lucha contra las resistencias bacterianas.