Dice Kafka que la desgracia de Don Quijote no es su imaginación, sino Sancho Panza. La idea es prodigiosa porque invierte la lectura tradicional del Quijote y ya no sería el delirio, sino el anclaje a la realidad, lo que condena al hidalgo. Visto así, Sancho ya no es contrapunto sino, esencialmente, lastre y argolla. Quizá Don Quijote podría haber cabalgado por su mundo superior si no hubiera tenido al lado a alguien que le recordara, una y otra vez, que solo existe lo obvio, lo evidente, la dictadura de la mediocridad reclamando su cetro. Kafka, así, ve en Sancho algo más que sentido común: ve la encarnación de lo vulgar como fuerza represora. Es Sancho el que traduce a... Ver Más