En la vida moderna, el perdedor es un ser estigmatizado, provisto de un aura contaminante que lo vuelve tan repulsivo como atrayente. Elogio del fracaso de Costica Bradatan (Anagrama, 2025) exalta la frustración, la desilusión y el fiasco como actos instructivos, susceptibles de generar conciencia de lo aleatorio de la fortuna, de lo iluso de muchas aspiraciones y de las numerosas acechanzas que enfrenta la frágil condición humana. Para ilustrar esta antropología pesimista, el autor acude a cuatro figuras: Simone Weil, Mahatma Gandhi, Emil Cioran y Yukio Mishima, en quienes detecta un complejo, y voluntario, proceso de desplome, desengaño, renuncia y autoaniquilación, que los lleva a la revelación.Simone Weil es ejemplo de una precariedad innata, que se cultiva y agudiza voluntariamente. Para el autor, la torpeza física y la incompetencia conectan de manera peculiar con el mundo y ese rasgo de Weil, junto con su empatía con el sufrimiento ajeno, la llevan a ejercer un altruismo radical, a ratos inútil y suicida. Su automortificación abrevia su vida pero le da profundidad a una mirada, ajena a cualquier adscripción o interés, desprovista casi de mundanidad.El sangriento fin de Gandhi, el profeta de la resistencia pacífica, le sirve al autor para prescribir la animalidad y barbarie inherentes a la política y para narrar el ejemplar fracaso de un líder, que intentó introducir valores en esta actividad. Para Bradatan, el drama de la política democrática, sin duda el régimen menos indigno y lesivo, radica en su carencia de carisma. Porque el ejercicio de la democracia requiere humildad, escepticismo ante las grandes promesas y conciencia de los límites. El autor expone las contradicciones, la mezcla de mesianismo y pragmatismo de Gandhi y elabora un alegato contra la perfección, ilustrado con este santo demente.E.M. Cioran representa el prototipo del fracaso personal, pero también la indagación más lúcida en la elección ontológica del desengaño. Cioran ostenta el orgullo de desperdiciar sus dones, practicar la holganza, suspender el juicio y la acción, y apostar deliberadamente por la derrota. Para ello, cultiva un género único de escritura fragmentaria que es incisión y catarsis.En el caso de Mishima se ilustra el fracaso en la apropiación de la muerte. Desde su juventud, el escritor japonés liga su búsqueda de éxtasis erótico a su propia extinción y planea cuidadosamente el espectáculo de su suicidio, que resulta un chasco.Con un estilo enfático, a veces histriónico, y dotes narrativos, Bratadan esboza perfiles ácidos, penetrantes, salpicados de saludable decepción. Para el autor, los sentidos de mortalidad, precariedad, fragilidad y fugacidad son esenciales para apreciar realistamente la vida. Así, frente a la autoafirmación delirante de la época moderna, la humildad es una forma de inteligencia y búsqueda de la verdad, y no es tan difícil encontrarla en nuestros cuerpos dolientes y en nuestra existencia perpetuamente en vilo.AQ / MCB