La Iglesia los reconoce como “los nuevos apóstoles del siglo XXI”. Hombres y mujeres anónimos, que no salen en los titulares de periódicos ni aparecen en las pantallas de nuestras televisiones, pero que sostienen la fe de millones de personas en todo el planeta. Hablamos de los catequistas, que esta Navidad son protagonistas de la campaña de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Catequistas que, allí donde no llegan los sacerdotes, mantienen viva la esperanza frente a la pobreza, las guerras, la persecución o el hambre. Pero para poder trasladar esa fe, necesitan en muchos casos formación y recursos, que es donde la campaña pone el foco. Uno de ellos es Babu Imran, catequista en Pakistán, un país donde los cristianos son minoría, apenas el 1'5% de la población, y además es un acto de valentía por la discriminación y marginación a la que están sometidos. Pese a las dificultades, lleva el Evangelio a comunidades que viven entre la pobreza, la discriminación y el miedo. La fe es el único consuelo. “Estoy orgullo de ser catequista, mi bisabuelo lo fue y mis padres también”, asegura. En este país, ser cristiano no es fácil. Los catequistas viven y trabajan entre los más pobres: albañiles, analfabetos, marginados, personas endeudadas que, aun así, mantienen viva la esperanza. Allí, la misión de los catequistas es compartir las alegrías y los sufrimientos de las familias. En este contexto, Babu descubrió su vocación: ser catequista. “Solía ir a misa con mi padre y preparar yo mismo la iglesia, entonces decidí dedicar mi vida al pueblo de Dios” Babu acompaña a las comunidades, lee el Evangelio en las celebraciones, reza en las casas y en las iglesias, acompaña a las familias y prepara a los jóvenes para recibir los sacramentos. Gracias al apoyo de varias personas comprometidas, Babu recibió formación en el Centro de Catequistas. Ahora sueña con que otros puedan seguir sus pasos. Al otro lado del mundo, en Panamá, se encuentra Deisy Delgado, Hermana Franciscana de María Inmaculada. A su comunidad indígena, en la provincia de Colón, solo se puede acceder en cayuco o a caballo. La Hermana Deisy se dedica a formar a un grupo de catequistas para atender a los niños de Primera Comunión. La pobreza en la zona es tan grande que muchos niños no siguen adelante con sus estudios lo que supone también un reto para la transmisión de la fe. Además, la falta de material catequético y de Biblias, hacen que sea muy necesaria la ayuda. Deisy, que es cofundadora de esta obra hace diez años, explica en 'La Linterna de la Iglesia' la dureza del trayecto para llegar a las aldeas. "Nos desplazamos a las zonas campesinas, que sí, hay que ir varias horas por lancha, por cayuco, le llamamos acá, 2, 3 horas", relata. Tras el viaje por río, a menudo deben caminar otras dos o tres horas para llegar a una comunidad. Estas travesías pueden durar hasta nueve días, "entre lodo y caídas y levantadas", para cubrir las distintas aldeas. La formación de los catequistas es un pilar fundamental. En enero, se realiza una capacitación intensiva de una semana que abarca no solo la fe, sino también valores y derechos humanos. "La catequesis tratamos de que sea una catequesis integral que forme la vida cristiana, pero también la vida humana", subraya la misionera. Este enfoque incluye la prevención del abuso a menores, preparando a los catequistas para proteger a los más vulnerables en un entorno donde las familias son numerosas y los recursos, escasos. Las comunidades están formadas por casas dispersas donde las familias viven de sus cultivos de tubérculos, yuca o plátano. Un jornal de trabajo apenas, y con suerte, alcanza los 10 dólares. En este contexto, comprar una Biblia de 20 dólares o un libro de catequesis es un lujo inalcanzable para muchos. A pesar de las dificultades, la hermana Deisy destaca que siempre "encontramos personas que también anhelan escuchar la buena noticia de Jesucristo".