Deseáis, señor Sarmiento,/ saber en éstos, mis años/ sujetos a tantos daños,/ cómo me porto y sustento. –Yo os diré en brevedad, porque la historia es bien breve,/ y el daros gusto se os debe/con toda puntualidad –Salido el sol por Oriente/ de rayos acompañado,/ me dan un huevo pasado/ por agua, blando y caliente, –Con dos tragos del que suelo/ llamar yo néctar divino,/ y a quien otros llaman vino,/ porque nos vino del cielo –Cuando el luminoso vaso/ toca en el meridional,/ distando por un igual/ del Oriente y del Ocaso,/ me dan asada y cocida/ de una gruesa y gentil ave/ con tres veces del suave/ licor que alegra la vida –Después que cayendo viene/ a dar en el mar esperio/ desamparando el imperio/ que en este horizonte tiene,/ me suelen dar a comer/ tostadas en vino mulso,/ que el enflaquecido pulso/ restituyen a su ser –Luego me cierran la puerta;/ yo me entrego al dulce sueño;/ dormido soy de otro dueño,/ no sé de mí nueva cierta».