Exportar el muro a Europa

Pedro Sánchez pretende llevar a Europa su estrategia del muro y la polarización, sus pactos con la extrema izquierda y, en general, el clima de confrontación que ha conseguido imponer en España. El presidente del Gobierno da señales claras de que quiere repetir en el continente el debate político que ha generado dentro de nuestras fronteras con el objetivo de colocar al Partido Popular en una situación lo más incómoda posible. El plan pasa por romper las alianzas supranacionales entre populares y socialistas, a los que pretende alinear con los representantes de la izquierda radical. En estas circunstancias, las opciones de los populares para sacar adelante sus proyectos quedarían relegadas a acuerdos con la derecha extrema y los euroescépticos, en una endemoniada situación que pretende acabar con los consensos. Se trata de cultivar en Bruselas la cizaña que ha logrado emponzoñar la política española con la fractura absoluta entre PP y PSOE, una quiebra que le ha permitido pactar con la izquierda proetarra o los independentistas para mantenerse en el poder y que ha conducido al sistema al bloqueo. Los ejemplos de cómo Moncloa prepara la exportación de su muro a Europa han sido numerosos en los últimos meses. Hace apenas dos semanas envió una carta a Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, pidiendo que no se anulara la fecha de 2035 para poner fin a los motores de combustión. Ya sabía entonces que, cuatro días más tarde y a petición de Alemania, la Comisión iba a anunciar una propuesta para ampliar los plazos de vida de esta tecnología. El choque, gratuito en términos de eficiencia política, solo puede responder a una voluntad de confrontar con Von der Leyen y de posicionarse en contra de la Comisión. Recientemente, también firmó un artículo en 'Politico' en el que promovía la exportación a Europa de las medidas que maneja su Gobierno para perseguir en España a los compradores de vivienda. Esto sucedía justo después de que la Comisión presentara su plan de vivienda accesible, que aboga por la reducción de obstáculos a la construcción de pisos. Pese al cortoplacismo creciente de la política del Ejecutivo, en Bruselas no se consideran este tipo de coincidencias una casualidad, sino gestos que anticipan un enfrentamiento. Ampliando el foco temporal se advierten otros muchos ámbitos en los que las políticas de Sánchez han entrado en colisión, de manera consciente, con las europeas y en los que Moncloa ha abandonado los consensos tradicionales. Es el caso de la política exterior en su asunto más relevante: la relación con la Casa Blanca y la llegada al poder de Donald Trump en su segundo mandato. Desde el primer momento, y pese a la cautela con la que Europa trató de manejar una situación tan delicada, Sánchez atacó abiertamente a Washington, actuó por su cuenta, desacreditó las posiciones de sus socios y se condujo de una manera que roza lo desaprensivo. Algo similar ocurrió con la energía nuclear, en cuyo cierre insistió –ha pagado un alto precio en Extremadura por la clausura de la central de Almaraz– pese a que la mayoría de los países de la UE promueven esta tecnología como alternativa limpia para luchar contra el cambio climático y favorecer la independencia energética. En política migratoria, así como en lo referente a las relaciones con Israel, Sánchez también ha ido por libre y comprometido la prudencia de nuestros socios. Su imagen como dique frente a la derecha radical –hasta hace poco rentable en España– y referente de una izquierda razonable resulta cada vez más alejada de la realidad de una Europa en la que si algo sobran son los muros.