Les escribo a media tarde mientras, con el café, me zampo mi último mantecado de las anas. Las anas son monjas de clausura. Viven a una vuelta de torno de mi casa. Alfajores y roscas de vino… Café y villancicos. De Luis Aguilé a María Ostiz. De Bing Crosby a Dean Martin. Tengo para mí que con lluvia el café sabe mejor; no sé el motivo, ni siquiera si lo hay. ¿Quién no le ha cantado al niño que nace? Cada uno con su acento. También en política. Me gustó mucho el tono con que escribió Víctor Píriz sobre los resultados extremeños. «Una victoria que interpela al sistema» titulaba. Me hizo pensar en «los límites del sistema político para dar respuestas eficaces a las preocupaciones reales de los ciudadanos». Añado yo: aún más allá de los partidos o, si lo prefieren, a pesar de los partidos. Los llamados a votar están, estamos, entre la militancia y el desprecio. Cada uno con su tono, con su talante. También Ibarra. Cada vez soy más ibarrista. Alguno blasfemará en hebreo, lo que, al fin y al cabo, es también una manera de dar tono a las palabras. Pienso que su propuesta no es descabellada, antes bien al contrario, es la mejor manera de dar algo parecido a «respuestas eficaces a las preocupaciones reales de los ciudadanos». Creo que su valor le honra. Ese pacto, por ligero que fuera, pondría en solfa al propio Sánchez; sin embargo, en esta hora difícil para los socialistas extremeños, no deja de ser una muestra de talante, de buen talante, más allá de Sánchez. Por supuesto, el socialista César Ramos, seguro servidor de su amo, en su tono agrio de siempre, ya ha gruñido en contra. Ibarra, además de la cordura de los años, parece imbuido de cierto espíritu navideño que aplaudo y comparto. Mantecados, villancicos y… pactos.