Vivienda cooperativa en cesión de uso, un modelo que pone en jaque el sistema de alquiler privado

Según el último estudio de Sostre Cívic y Habicoop, el 75% de las cooperativistas pasan tiempo con sus vecinas en espacios comunitarios y gozan de una percepción de seguridad un 31% mayor que aquellas que viven en alquileres convencionales. Además, muestran un nivel de satisfacción con la vida 1,3 puntos más alto (en una escala de 0 a 10) y manifiestan mayor confianza, apoyo mutuo y bienestar emocional. El 42,1% de los inquilinos en Madrid tiene miedo a aumentos futuros de la renta mensual, mientras que en Barcelona esta preocupación afecta al 26,4% de la población. Además, la proliferación de contratos de temporada y el alquiler informal por habitaciones en los últimos años han dado lugar a una hiperinseguridad generalizada, dejando a muchos inquilinos expuestos a una inestabilidad constante en sus hogares. Estos datos, que se desprenden del informe Vivir de alquiler: inseguridad garantizada por ley del Instituto de Investigación Urbana de Barcelona ( IDRA ), no sólo desvelan una realidad socioeconómica más que alarmante. También exhiben los efectos en términos de ansiedad, miedo e inseguridad vital que trae consigo el sistema actual de alquiler. Hace meses, el Sindicato de Inquilinas ya alertaba públicamente de que, cuando las personas carecen de control real sobre su hogar y viven expuestas a una inestabilidad residencial cronificada, “todo lo demás en la vida se tambalea”. Dicho de otra manera, quien enfrenta la precariedad habitacional difícilmente va a poder gozar de una salud mental adecuada. El modelo privado de vivienda somete a las mayorías sociales, tan y como indican desde esta organización, a los inciertos y caprichosos vaivenes del mercado especulativo : imposición repentina de clausulas abusivas, desahucios invisibles, dinámicas agresivas de sustitución poblacional en los barrios céntricos… Como consecuencia, se estima que el 47% de los hogares no sabe si perderá su vivienda en los próximos 6 meses. Esta coyuntura impide poder trazar un plan de vida a largo plazo o conseguir, en el caso de muchos jóvenes, una emancipación real. Desde hace algunos años han ido ganando fuerza alternativas habitacionales que ofrecen garantías de estabilidad a largo plazo y, por ende, una mejora del bienestar colectivo, como ocurre con las cooperativas de cesión de uso. Se trata de un modelo comunitario no lucrativo que ya ha comenzado a implantarse tímidamente en Madrid y Barcelona y que tiene como eje central el apoyo mutuo entre vecinos, tanto en términos económicos como relacionales. Jordà Escolà, coordinador de la Federació de Cooperatives d'Habitatges de Catalunya ( Habicoop ), explica que en los bloques de pisos donde opera este sistema, el derecho de uso sobre un piso tiene carácter indefinido, lo que aporta seguridad vital a los habitantes, reduciéndose así la incertidumbre que sufren habitualmente los inquilinos del mercado privado. Los sindicatos de vivienda lo definen como un modelo intermedio entre la compra y el alquiler , ya que la propiedad del edificio es de la cooperativa y no de los vecinos que la integran -es decir, estos no son copropietarios, sino socios. Los distintos espacios que componen estos bloques, muchos de los cuales son de uso colectivo (como lavadoras, zonas exteriores, espacios de juego infantil…), se sostienen financieramente a través de una cuota mensual estable, muy inferior a los precios del mercado, así como una aportación inicial igualitaria de capital. Los datos dan cuenta de la funcionalidad de este modelo, todavía en fase primigenia. Según el primer estudio de impacto de la vivienda cooperativa elaborado conjuntamente por Sostre Cívic y Habicoop, que se basa en el análisis de 19 proyectos de vivienda cooperativa en toda Catalunya, las personas que viven en este tipo de comunidades tienen 8,3 veces más probabilidades de estar satisfechas con su vivienda que las que viven de alquiler. Por un lado, el estudio resalta la seguridad económica que proporciona vivir fuera del mercado residencial: El coste medio de una vivienda cooperativa es 3,66 €/m² inferior al del alquiler privado, y cuatro veces más personas consiguen dedicar menos del 30% de sus ingresos a la vivienda. En este sentido, Sostre Cívic ha observado, en los distintos proyectos vigentes, “una reducción del estrés y la ansiedad que genera normalmente la inseguridad económica y residencial gracias a las estrategias colectivas en la resolución de problemas comunes e individuales”. Por otro, el informe hace hincapié en la importancia de las redes de cuidados basadas en la solidaridad y el apoyo mutuo, ya que el 75% de las personas cooperativistas pasan tiempo con el vecindario en los espacios comunes y mantienen relaciones sociales de calidad. La participación activa y autogestionada a través de asambleas periódicas y horizontales, la identificación con los valores del proyecto, la existencia de espacios destinados a los cuidados, la democratización de muchas de las tareas cotidianas, así como la posibilidad de establecer vínculos con el entorno cercano repercuten positivamente la autoestima y la ilusión de las vecinas. En Barcelona , la primera ciudad del Estado español en poner en marcha proyectos de vivienda cooperativa, este sistema arrancó en 2015 con la firma de dos proyectos (Princesa49 y La Borda) que sumaban 33 viviendas en total y actualmente ya hay 156 pisos cooperativos que forman parte del parque público catalán. En Madrid, una de las cooperativas que han logrado desafiar al sistema rentista para generar modelos de convivencia más sostenibles es Entrepatios, que cuenta con cerca de 70 miembros. Creada en 2011 para “ofrecer respuestas a la crisis habitacional desde lo común”, cuenta actualmente con cuatro promociones en Las Carolinas (Usera) y otra Villa de Vallecas , así como otras dos en búsqueda de solar. Aunque arrancar con un sistema del que a penas se tienen precedentes en España y que difiere tanto del sistema residencial convencional plantea numerosos retos, las vecinas hoy confiesan sentirse “felices y llenas”. “En el proyecto notas que el índice de felicidad es superior a cuando vivíamos de alquiler porque no estás solo, sabes que tienes a tu alrededor gente que te ayuda. Esto da una tranquilidad frente a la inestabilidad global que nos rodea”, describe a infoLibre Nacho García, miembro de esta cooperativa. En proyectos similares se han reportado igualmente tasas elevadas de “empoderamiento personal”, cohesión de grupo y bienestar emocional sostenido. La cooperativa salió adelante gracias a la organización de una red de jóvenes de la FRAVM que en plena crisis económica plantearon al Ayuntamiento de Madrid disponer de viviendas de cesión de uso siguiendo el modelo exitoso de países como Dinamarca (muy especialmente su capital, Copenhague) o Uruguay , que cuentan con una dilatada experiencia con este sistema. Casi diez años después, y tras varios intentos infructuosos de convencer al consistorio, decidieron seguir adelante sin contar con el apoyo de las instituciones y en la actualidad disponen de más de 20 viviendas de esta naturaleza. Hay una cuestión que se repite constantemente cuando las vecinas son consultadas sobre los aspectos destacables del modelo: los cuidados colectivos, que en este caso adquieren un lugar central en la funcionamiento de la comunidad. La visibilización y colectivización de los cuidados dentro de la organización del proyecto favorece las relaciones más equitativas, destaca Escolà. “Vivir en comunidad de forma horizontal disminuye la sensación de soledad, las personas experimentan menos el sentimiento de echar de menos gente a su alrededor y perciben con una probabilidad muy superior (6.7 veces más) que hay muchas vecinas en las que pueden confiar por completo”, determina. Esa relación de apoyo mutuo implica desde ayudar en tareas como acompañar a los niños al colegio hasta poner la bicicleta a disposición de la comunidad u otras más circunstanciales como echar una mano a un vecino al que se le ha inundado el baño o se le ha roto el televisor. Esto es impensable en el sistema actual de alquiler privado donde actualmente los vecinos ni siquiera conocen el nombre del resto de cohabitantes. La idea de construir un espacio que permita a su vez disfrutar de estabilidad habitacional y combatir la soledad no deseada propició la creación de La Corrala de Rivas. Los organizadores del proyecto también lo denominan “cohousing senior” para señalar que el modelo aspira a convertirse en “una comunidad autogestionada de unidades residenciales, y en régimen de cesión de uso para personas mayores ”. En su web inciden en que la cooperativa busca cubrir “las necesidades afectivas, psicológicas y sanitarias que pueden surgir a las personas en la última etapa de la vida, con un  modelo de relación basado en la solidaridad, la amistad y el cocuidado” como alternativa al modelo actual de residencias de mayores. Hasta la fecha han logrado obtener del Ayuntamiento de Rivas Vaciamadrid, mediante concurso público, la cesión de una parcela de 4.000 m2 de suelo público para 75 años, pero todavía queda pendiente la implantación del proyecto de construcción de 30 viviendas cuando consigan las licencias necesarias. Para Paco Osorio, uno de los impulsores de este proyecto, la cooperativa posibilitará a sus futuros habitantes no depender de sus hijos cuando alcancen la tercera edad ya que dispondrán de espacios comunes adaptados y una voluntad común de cooperación. “Me da mucha tranquilidad y seguridad saber que disponemos de una estabilidad económica a largo plazo, pero lo más importante es que vamos a estar muy activos y nos vamos a cuidar unos a otros”, afirma a este medio. El diseño preliminar de proyecto contempla la creación de áreas comunes como gimnasio, biblioteca, jardín con huerto comunitario, una casita para alta dependencia y otros espacios de disfrute colectivo. “Vamos a estar uno al lado del otro, como se estaba antiguamente en las casas grandes de los pueblos y eso psicológicamente nos reduce la ansiedad y el estrés”, añade Mati, otra integrante del proyecto. De alguna forma el sistema pretende recuperar algunas de las formas de vida que regían las comunidades de vecinas antes de que estallara la fiebre de los alquileres en España. “El modelo tiene esas ventajas que algunos hemos vivido de pequeños, cuando en las casas vivíamos muchos miembros de una familia, tíos, primos, abuelos, que nos apoyábamos y al lado teníamos vecinos que eran parte de la familia”, cuenta Paco. A su juicio, este tipo de sistemas ponen en jaque el modelo aislacionista imperante en las ciudades y permiten ganar en felicidad y salud a largo plazo.