Así combaten los activistas de izquierdas el auge ultra en Reino Unido ante la pasividad del Gobierno

La luz roja de las lámparas de araña atemporales le da un aire retro al abarrotado interior del Fox & Firkin. En la gran sala rectangular de este antiguo pub del sureste de Londres, hay unas cien personas sentadas a las mesas de madera oscura, apoyadas en la barra o de pie, en pequeños grupos, con una copa en la mano. Jóvenes, personas mayores y una auténtica mezcla de géneros, todos dispuestos a pasar un buen rato y a aprovechar la noche un martes de finales de diciembre. Todos han pagado unas libras esterlinas para entrar y participar en el evento titulado “Resistir a la extrema derecha”. Los fondos se donan a una asociación de ayuda a los refugiados, Care4Calais . El programa de esta noche incluye principalmente conciertos y algunos discursos políticos. Porque lo más importante es infundir alegría activista, dice Mark Peacok, uno de los organizadores y miembro de la organización antifascista Stand Up to Racism (Levántate contra el racismo): “Necesitamos levedad. No se puede pedir a la gente que, después de una semana de cuarenta horas de trabajo, vaya además a una reunión política. El activismo político puede ser divertido y agradable, queremos dinamizar a la gente”. “He decidido plantarme y ser positivo”, proclama Bennie Silver. Con gorro naranja y camisa de leñador, este artista de slam es el primero en subir al escenario. “Esto tiene que acabar” es su estribillo.” "¿El qué?” El aumento del odio y la intolerancia. “Los políticos de este país propagan un discurso racista que es el de la extrema derecha” , lamenta Mark, refiriéndose en particular al discurso del primer ministro laborista, Keir Starmer, sobre una "isla de extranjeros" . “La gente sufre y la derecha les ofrece un mensaje simplista”, añade Mark. “Si no pueden conseguir cita con el médico, si no encuentran vivienda, es por culpa del extranjero que vive al lado o del refugiado alojado en un hotel”. “Vosotros culpáis a los barcos, nosotros culpamos a los multimillonarios”, corea Bennie como un eco. Bennie baja del escenario entre aplausos y un hombre con una kufiya en el cuello va por las mesas con una hoja y un bolígrafo para pedir a cada uno que comparta sus datos de contacto, con el fin de mantenerlos informados sobre los diferentes eventos antifa . “El objetivo del evento de esta noche” , explica Mark, “es atraer a gente que no necesariamente habría acudido a un mitin político, pero que prefiere venir a escuchar música, evidentemente impregnada de nuestra política . Tenemos que movilizar a gente nueva”. La urgencia se hizo patente en septiembre, en las calles de Londres, cuando se manifestaron 120.000 personas convocadas por el activista de extrema derecha Tommy Robinson a la “Marcha para unir al Reino”. Como en todas las manifestaciones de la extrema derecha, Stand Up to Racism estaba allí para oponerse. “Éramos 15.000, quizá 20.000, en cualquier caso insuficiente”, constata Benny. “Hay que superar en número a la extrema derecha para demostrar que es minoritaria”. Sentada en una pequeña mesa redonda con una amiga, Hélène, una elegante treintañera, está tomando una copa de vino blanco. “Este tipo de eventos son más accesibles que un mitin político. Permiten normalizar las cosas, tener conversaciones difíciles o defender ciertas causas en un contexto familiar”. Andy Brown, jubilado septuagenario, es voluntario de la asociación Care4Calais desde principios de la década de 2000. Ayuda a los solicitantes de asilo, alojados en hoteles, consiguiéndoles artículos de primera necesidad, “como pasta de dientes”, o a saberse mover en la localidad en la que han sido trasladados. Lo que hace a diario “puede ser agotador emocionalmente, genera ira, te conmueve profundamente”. Así que sí, es importante tejer la ayuda mutua, y “¿qué mejor lugar que un pub para desarrollar un concepto de solidaridad, diversión y amistad?” Los extremistas de derechas coinciden con los antifascistas en la necesidad de estar juntos. Este verano, los activistas de cada bando, separados por la policía, se enfrentaban delante de los hoteles que alojaban a inmigrantes, entre personas con el mismo sistema de valores. Los activistas antirracistas estaban allí en parte por eso, para tranquilizarse ante la hostilidad ambiental, para crear comunidad. Alex está esta noche más ocupado de lo habitual, yendo y viniendo entre el bar y los bastidores para gestionar el evento, para asegurarse de que todo vaya bien para los músicos que ha contratado. Porque aquí combina dos funciones: programador del Fox & Firkin y activista de la organización Love Music Hate Racism , que organiza conciertos en todo el país. “Somos una asociación ciudadana antirracista que utiliza la música para unir a la gente. El racismo busca dividir, mientras que la música quiere unir” , afirma. “Continuamos la tradición del Rock Against Racism de finales de los años 70, que contribuyó a la caída del Frente Nacional [partido británico de extrema derecha, ndr]. “ Fundada a principios de la década de 2000, Love Music Hate Racism ha luchado contra diversas formaciones de extrema derecha , primero contra el Partido Nacional Británico y la Liga Inglesa de Defensa, y ahora contra Reforma UK, partido que, por primera vez, cuenta con cinco diputados en la Cámara de los Comunes. “Que no sea doctor en ciencias políticas no significa que no pueda expresarme en contra de la extrema derecha”, afirma Alex. La política está en todas partes, pero no todo el mundo está politizado , continúa. “Aquí, incluso aquellos que no están muy movilizados pueden tener una conversación que no habrían iniciado en otro lugar, o pueden emocionarse con una canción, mientras que una perorata política les dejaría indiferentes”. Eso es exactamente lo que piensa Jonathan Ip, mandolinista de uno de los grupos que actúa esta noche, The Grand Old Echo : “Nuestra canción ‘ Rivers and Oceans’ cuenta la experiencia de los inmigrantes. Habla de ese sentimiento que nos empuja a buscar nuestras raíces culturales allá donde vamos”. Jonathan llegó de Hong Kong en 2002. Toca con una violinista alemana y un cantante, guitarrista y armonicista inglés. “La música, al ser  tan internacional, tiene algo en ella que lucha de forma natural contra la extrema derecha” . A The Grand Old Echo , una alianza de folclore celta, pop y rap, le gusta mezclar: “La música siempre ha sido una gran fuente de unidad”, dice entusiasmado el joven. “Las melodías se han utilizado desde siempre como himnos para resistir al autoritarismo y a los dictadores.” En Lewisham, donde solo el 51 % de los habitantes se definen como “blancos”, según las autoridades locales, la lucha contra la extrema derecha forma parte de la historia local. La batalla de Lewisham tuvo lugar el 13 de agosto de 1977. Varios cientos de miembros del Frente Nacional intentaron entonces marchar desde el barrio de New Cross, en el centro de Lewisham. Se movilizaron varios miles de contramanifestantes locales y varios grupos antirracistas para impedírselo. Ese evento fue duramente reprimido por la policía, pero fue un éxito porque el número de contramanifestantes logró superar al de los militantes violentos. Ese sigue siendo el objetivo a largo plazo, incluso hoy en día. Pero a corto plazo, Eloise Konieczko, activista de Stand Up to Racism , ve otros posibles beneficios: “Quizás la próxima vez que alguien de los que están aquí esta noche sea testigo de insultos racistas en el autobús o en cualquier otro lugar, se sienta más inclinado a reaccionar” . Y, en cualquier caso, concluye, “en una época en la que es tan fácil ser pesimista, un evento como este aporta alegría, optimismo y esperanza a la gente” . Traducción de Miguel López