La mañana del día uno de noviembre de 1974 me acerqué al cementerio de Nuestra Señora de La Almudena, en Madrid, con objeto de hacer algunas fotografías con ocasión de la festividad del día de Todos los Santos. Recuerdo perfectamente que se trataba de una mañana fría y brumosa, lo que, presumiblemente, iba a facilitarme un extra ambiental para mis imágenes. Caminando por una de las zonas más populares y modestas del cementerio (porque, en esos lugares, en los que se supone que nos unificamos todos los seres humanos en un mismo destino, todavía existen las clases sociales), de repente me encontré con un tema que me interesaba: se trataba de una anciana, gitana, que estaba colocando unas flores en uno de aquellos nichos.